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jueves, 20 de octubre de 2016
miércoles, 12 de octubre de 2016
INDEPENDIENTEMENTE DE LOS SIGLOS_Capítulo 4: “73”
Dr. Sheldon Cooper |
Nikolai es tan
especial... como pueda serlo cualquiera. No le gusta lo que no
comprende, le asusta y le pone nervioso. Si algo le irrita es mejor
no hablar de ello. Y cuando no encuentra nada lógico a lo que
agarrarse, cuando camina por la cuerda floja de la ignorancia hacia
el conocimiento, Kolya suele tejer su propia red con hilos de magia y
superchería... así evita sentir el vacío que hay bajo sus pies.
¿Quién no le ha dado excesiva importancia a un número en algún
momento de su vida?
INDEPENDIENTEMENTE
DE LOS SIGLOS
Capítulo
4: “73”
La
cabeza le daba vueltas, como de costumbre estando a bordo. Cuando no
creía estar cayendo a través de un abismo, sentía chocar el
cerebro contra las paredes internas del cráneo. Algo realmente
desagradable, casi peor que una resaca.
- Niet!
¡Calla! - Gritó de pronto. - ¿Por... por qué...? - Nikolai
titubeó, no estaba seguro de querer oír una respuesta. - ¿Se
puede saber por qué cada vez que te pregunto algo... no sé...
sobre tu vida, tu pasado... siempre acabas por hablarme del mío?
Nunca cuentas nada de ti...
- ¿Yo
hago eso? Es posible, no lo niego. ¡Demonios! ¿Qué es lo que
quieres saber? - Refunfuñó pateando el suelo de su
extraña nave, una nubecilla de polvo violeta surgió del golpe para
disiparse en el aire a la altura de los tobillos. - Responderé con
total y absoluta sinceridad. - Añadió sacudiendo el bajo de sus
elegantes pantalones de fino paño negro, no podía tolerar una
mancha púrpura en su impecable traje inglés. - Pero solamente a
una pregunta. Al menos por ahora, Kolya. Apenas nos estamos
conociendo tú y yo.
- ¿Serás...?
- El muchacho cerró los puños con rabia, y tuvo que morderse la
lengua para no gritar alguna impropiedad ante la cínica sonrisa en
la retorcida boca de Nikto. - Te has dejado algo en el zapato... -
Le señaló.
Al
extraño señor nadie no le preocupaban sus zapatillas deportivas, el
polvo de su nave apenas se podía apreciar sobre la lona morada. Una insólita combinación con su atuendo. Se quedó impasible ante su
compañero de viaje, esperando la pregunta, aquella a la que se había
comprometido a contestar diciendo la verdad. Finalmente tragó
saliva, el chico iba a hablar.
- Está
bien. - Nikolai respiró profundo, inhalando el aire enrarecido de
la sala de controles y expulsándolo lentamente en un silencioso
bufido. - Dices que nos estamos conociendo pero hace semanas que
viajo contigo. Y cada vez que saco el tema, como cuando te pregunté
tu nombre camino del estreno de “La importancia de llamarse
Ernesto”... o antes de ayer, en esa estación espacial alienígena
con hotel y supermercado, cuando vimos un holomapa estelar y quise
saber donde está tu planeta... Tú siempre acabas mencionando algo
como lo de mi muerte. ¡Y lo haces para que me calle y no te
pregunte más! Sabes que no hablamos de eso.
- Lo
sé, precioso mío. - Acercándose trató de acariciarle la mejilla,
estaba tan sonrosada por el enfado que parecía una manzana pidiendo
ser mordida. Nikolai se apartó.
- Y
ahora, sólo te he pedido que me digas de qué especie eres y... ¿tú
me hablas de mi infancia? - Tenía los ojos inyectados en sangre,
aquello le había traído a la mente el recuerdo de sus padres y eso
dolía mucho. - ¡De mi infancia! ¿Desde cuándo me conoces tú a
mí? ¿Cómo puedes saber todas esas cosas de mi vida?
- Desde
mucho antes de tu nacimiento, Nikolai Aleksándrovich Tserkov. -
Dijo con su voz más grave y atronadora, aprovechando al máximo la
acústica que ofrecían las abovedadas paredes metálicas que les
rodeaban. - Conozco a tu familia de toda la vida, podría decirse
así: literalmente. - Apostilló con media sonrisa.
- ¿Qué?
¿Cómo? - El chico retrocedió un paso y luego otro, alejándose de
aquellos ojos azul pálido que le estaban congelando el alma.
- No
eres el primer Tserkov que sube a bordo de mi nave. - Nikto bajó la
mirada, el muchacho parecía asustado y eso era lo último que él
deseaba. Aun así, continuó con su respuesta. Lo había prometido.
- Ya sabes por qué tus abuelos huyeron de Rusia. Dijiste que de
niño te contaron historias... una sombra en el jardín. ¿Recuerdas?
- Nunca
la vi... - Algo en su espalda le causó un escalofrío. - Pero mi
padre hablaba de un tío abuelo suyo que desapareció un día sin
dejar rastro.
- Pavel...
- Nikto mencionó el nombre con nostalgia. - Era tan dulce y tan
soberanamente bobo... Fue el número sesenta y cuatro, no me duró
demasiado.
- ¿Qué?
- Nikolai estaba desconcertado, el señor nadie había dicho esto
último con tanta naturalidad que le espeluznó. - ¿A cuántos...?
- Setenta
y dos. - Cerró los ojos, ver los aguamarina del chico mirándole de
aquella manera le partía el corazón. - Tú eres el número setenta
y tres.
- El
número setenta y tres... muerto a los veintisiete... - Nikolai
salió de la sala de controles, necesitaba pensar y lo hacía mucho
mejor cuando caminaba. - El setenta y tres es el vigésimo primer
número primo. Leído al revés es treinta y siete, que es el décimo
segundo número primo y a su vez doce, leído al revés, es
veintiuno... que al fin y al cabo es el resultado de multiplicar
siete por tres.
Daba
grandes zancadas recorriendo a toda prisa los endiablados pasillos,
el señor nadie le mantenía vigilado a través del monitor. El chico
parecía intentar asimilar aquello usando su propia magia particular,
un espectáculo que Nikto se deleitaba en presenciar.
- Veintisiete
años... - Dobló una esquina y la emprendió con la escalera de
mano. Necesitaba que su corazón latiese a mayor velocidad, el
ejercicio en la subida le aportaría más sangre a su cerebro. - El
veintisiete es un número compuesto que tiene al uno, al tres y al
nueve como factores propios. La suma de sus factores es trece, que
al ser menor que veintisiete lo convierten en un número defectivo.
¿Y qué puñetas es un número defectivo? ¡Nikto! Sé que puedes
oírme, ¿me ilustras con tu sabiduría, por favor?
No
se hizo esperar demasiado, el señor nadie sonrió y pulsó el botón
del comunicador para responder a aquella pregunta. El chico se había
detenido un paso antes de alcanzar el nivel superior alfa, la
cubierta más elevada.
- Número
defectivo... - Repitió por megafonía, ajustando el volumen para
que su voz aterciopelada no se distorsionase rebotando entre las
paredes de la nave. - Bueno, un número defectivo o “deficiente”,
como yo prefiero llamarlo, es un número natural que es mayor que la
suma de sus divisores propios exceptuándose a sí mismo. Tal y como
tú bien has dicho, Kolya... el veintisiete lo
es.
- ¡Ah,
perfecto, un número deficiente! - Farfulló ascendiendo los últimos
travesaños y asomando ya la cabeza por el hueco iluminado. - Igual
que el viejo tío Pasha ¿no?
- ¿Deficiente?
- Preguntó frunciendo el ceño. - Era algo bobo, nada más. Su
cociente intelectual se encontraba muy por encima de la media. Os
pasa a todos los Tserkov.
- ¡Eh!
- Protestó tanto por lo que Nikto acababa de insinuar como por lo
que estaban viendo sus ojos. - ¿Por qué no me habías dicho que
teníamos una piscina aquí arriba?
Se
dio toda la prisa que pudo para llegar hasta allí. Corrió por los
pasillos, atajó por el ascensor, abrió la puerta oculta que daba
acceso al nivel superior alfa... pero cuando el señor nadie alcanzó por fin la piscina, Nikolai
hacía rato que nadaba como su madre lo trajo al mundo.
- Dime,
preciosa cosita mojada... - Los rizos castaños le goteaban sobre la
frente, resbalando por las mejillas como falsas lágrimas.
- ¿Qué te han dicho los números esta vez?
- El
veintisiete es deficiente, no significa nada. Pero el setenta y
tres... - Impulsándose con pies y manos saltó al borde de mármol
de la piscina, emergiendo húmedo, hermoso y en todo su esplendor. -
Es el mejor número, ¿no
te parece?
- Sí...
el mejor. - Murmuró en apenas un susurro, el chico estaba justo
debajo de su nariz y a punto de ser besado.
Continuará
martes, 11 de octubre de 2016
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