Entrada destacada

Desde el otro lado

Mi niño precioso... parece que estuvieras hablándome desde el otro lado, diciéndome lo que debo hacer con todo el dolor que me causa tu au...

VISITAS

domingo, 18 de diciembre de 2016

Seis meses sin Anton

Triste aniversario 😭😭😭
 Han pasado ya seis meses y sigo echándote de menos cada día, las lágrimas aún aparecen de vez en cuando y el agujero en el pecho no se llena con nada. Te echo de menos, mi niño precioso, mi amado Anton Yelchin.

La canción es "Brucia la terra" de El Padrino, en mi propia versión casera.

All that silly stuff/Todas esas tontadas

No acostumbro a ver la televisión porque cuando la enciendo ponen cosas como esta.

jueves, 15 de diciembre de 2016

Heartbeats / Latidos

 
Ojito a la campaña POWER FOR YOUTH de ING Direct y UNICEF.

«Con 40€ podemos proporcionar a 12 adolescentes de Indonesia los conocimientos necesarios para que sean capaces de salvar su vida en caso de desastre natural. Con 14€ podemos formar a 10 jóvenes en Filipinas para que aconsejen en temas de salud a otros adolescentes para prevenir el contagio del SIDA.»

¿14€ para que 10 adolescentes filipinos aprendan a ponerse un condón que cuesta menos de 1€ y que apenas si podrán comprar? ¿40€ para que 12 adolescentes indonesios aprendan a nadar en un tsunami de mierda y acaben muertos de disentería o tifus? No me convence... Lo de los latidos que hacen bailar a los dibujitos, tampoco. Todo esto no lleva a otra cosa más que a alimentar la inminente llegada de la Inteligencia Artificial.

Adelante, colaborad en la creación de robots inteligentes que acabarán con la especie humana, mientras os distraéis con dibujos animados de vivos colores y seguís pensando que estáis ayudando a un puñado de adolescentes del tercer mundo. Vuestro fin se acerca, incautos, y os pillará por sorpresa jugando con el teléfono móvil.


miércoles, 14 de diciembre de 2016

Liz y Tristan: una extraña historia de amor.

Si algo me gusta de verdad es un trabajo bien hecho, y American Horror Story lo es. Todas sus malditas temporadas son terriblemente adorables. Como adorable y terrible es esta extraña historia de amor entre dos personajes tan dispares, Liz y Tristan. El modelo, un juguete roto, es guapo a rabiar. Liz me enamoró desde el minuto dos, cuando conseguí reponerme al impacto que deja su mero aspecto. Ella es irrepetible, plena y cautivadora. Os traigo un fragmento de la quinta temporada, os animo a ver la serie al completo. Sirvan estos minutos como homenaje a sus creadores, Ryan Murphy y Brad Falchuk. Me rindo a los pies de su imaginación, caballeros, a su arte y a su maravilloso estilo.


jueves, 8 de diciembre de 2016

Simon Pegg y Zoe Saldaña hablan sobre Anton Yelchin

Encontré esta entrevista de Whoopi Goldberg y me pareció entrañable el modo en que Zoe define a Anton como IRREEMPLAZABLE.
Tal vez Simon tenga razón y aquellos que no le conocimos seamos de alguna manera afortunados. Tal vez se equivoque.
 
Yo no me siento afortunada, más bien doblemente desgraciada por no haberle tenido nunca cerca, por no haber podido decirle tantas cosas... por no haber compartido con él ni un miserable instante que poder recordar ahora que se ha ido; desafortunada por no tener ya la oportunidad de soñar siquiera con llegar a encontrarle. Y no sé si alguna vez le conocí, quizás únicamente en mi imaginación, sólo sé que el dolor que siento desde que no está es real, y eso, Simon, no me hace afortunada.
 

sábado, 3 de diciembre de 2016

Anton el fotógrafo

Tal vez no lo sepáis, Anton también era fotógrafo. Si estáis en Los Ángeles podéis ir a ver una exposición con las brillantes y hermosas fotografías de Anton en Oher, 1050 Cahuenga Blvd, 90038, hasta el 31 de diciembre.
 «I always have this gnawing desire to create something I agree with emotionally plus the sensation that I know nothing and must learn more.» - Anton Yelchin.
Siempre he tenido ese persistente deseo de crear algo con lo que esté emocionalmente de acuerdo y la sensación de que no sé nada y debo aprender más.

More Anton's kisses

Más besos de Anton... nunca serán suficientes.
Esa boquita de fresa, tan dulce y jugosa como una fruta madura, tan viva, tan ausente.
No, todos tus besos nunca serán suficientes. 


 
A Frankie ya le conocemos, aunque ande algo alicaído el pobre.

domingo, 27 de noviembre de 2016

INDEPENDIENTEMENTE DE LOS SIGLOS_Capítulo 5: “Aferrarse a la vida”


Nikolai no deja de aprender lecciones interesantes durante sus viajes junto al señor nadie, sin embargo es bien poco lo que sabe de la vida de su compañero. ¿A qué mundo pertenece Nikto? ¿De qué especie es? ¿Por qué siempre ha acosado a su familia? Tal vez esté huyendo de algo, como Nikolai, que huyó de su propia vida.



INDEPENDIENTEMENTE DE LOS SIGLOS
Capítulo 5: Aferrarse a la vida



                                                                          Llevaba todo el día corriendo de acá para allá, al lado del señor nadie se hace mucho ejercicio. Nikolai estaba agotado, así que cuando entró al salón de aquella casa vacía dejó caer la mochila al suelo y se tumbó un momento en el sofá. Todo estaba abandonado y cubierto de polvo, los platos sobre la mesa con restos de comida echándose a perder... como si los que vivían allí hubiesen tenido que salir a toda prisa. Entonces se le ocurrió que aquel polvo eran los propios habitantes de la casa: sus moradores. ¡Y los estaba respirando! El muchacho se estremeció.

 - Vale, échate un rato, recupera fuerzas. - Nikto seguía caminando nervioso a su alrededor, curioseando los libros ajenos en la estantería. - A veces olvido que eres un simple humano. ¡Oh, mira! ¡Alicia en el país de las maravillas! - Exclamó con una gran sonrisa tomando un ajado ejemplar entre las manos. - Una pena, esta gente tenía buen gusto. - Se lamentó.

 - ¡Oye tú! - Aquel comentario sobre su humanidad terminó de sacarle de quicio. - ¿Por qué no tienes a alguien de tu especie, sea la que sea, como compañero? - Le espetó a la cara con desdén levantando la cabeza del polvoriento cojín. - No sé, alguien que pudiera seguir tu ritmo, para variar. Alguien que te ayudase a resolver todos estos locos problemas que acostumbran a cruzarse en tu camino. ¿Te das cuenta de que siempre acabamos metidos en algún lío?

 - No siempre, la mayor parte del tiempo es divertido. - Contestó dejando Alicia en el estante y chasqueando la lengua al tiempo que le guiñaba un ojo.

 - A mí no me parece divertido que una máquina extraterrestre ande por ahí convirtiendo en polvo a la gente. - Nikolai volvió a tumbarse sin apartar la mirada del señor nadie.

 - Extraterrestre... ¿por qué todo lo malo tiene que ser alienígena? - Preguntó al aire mientras se sacaba un extraño aparato del bolsillo de la chaqueta.

 - ¿Qué es ese trasto? - La curiosidad pudo con él y Nikolai se incorporó para examinar el objeto más de cerca. - No te lo había visto nunca.

         El artefacto tenía montones de lucecitas, palancas y botones que Nikto pulsaba sin cesar. Entretanto emitía un molesto zumbido que variaba en tono e intensidad, volviéndose insoportable en un momento dado.

 - ¡Eh, ya está bien! - Protestó el muchacho llevándose las manos a los doloridos oídos.

 - Disculpa. - Dijo Nikto apagando el aparato. - Es lo que me temía. Esa máquina viene persiguiéndome desde hace siglos, no se detendrá hasta dar conmigo y matarme... otra vez.

 - ¿Pero qué es? La máquina... ¿de dónde viene? ¿Es de tu mundo? ¿Y cómo que matarte otra vez? ¿Cuántas veces se puede estar muerto? - Nikolai, que sentía arder la cabeza con tantas preguntas, se puso en pie y volvió a coger su mochila. - ¡Ah, ni contestes! Vamos, tenemos que dar con la máquina y acabar con todo esto.

 - Gracias. - Susurró Nikto cuando el muchacho pasó por su lado camino de la puerta. - No tenemos tiempo que perder, pronto amanecerá.

       Nikolai ya empezaba a asumir que el señor nadie contaría lo que quisiera y cuando quisiera sobre sí mismo; su existencia en sí era un misterio. Lo urgente ahora era detener a esa maldita máquina que, de algún modo, se había colado en el planeta Tierra y parecía ir a acabar con toda la especie humana.

 - Esto no tendría que ser así... - Nikto caminaba a toda prisa por la calle desierta de la zona residencial, no había nadie en kilómetros a la redonda. - ¡Lo que está pasando no es parte de la Historia! Eso es una buena noticia, Kolya... ¿y sabes por qué?

 - Bueno, el año dos mil veinticuatro es mi futuro... - Dijo dudando de las palabras del señor nadie. - ¡Uno que yo no viviré al estar muerto!

 - Siempre quejándote por tonterías. - Farfulló Nikto poniendo los ojos en blanco. - Yo conozco la Historia, créeme, y ningún Destructor acabó con la vida en la Tierra en el siglo veintiuno.

 - Lo que quieres decir entonces es que... - Nikolai intentaba comprender, se detuvo a su lado en plena carretera y escudriñó los ojos azul hielo del otro en busca de respuestas.

 - ¡Podemos cambiarlo! - Exclamó el señor nadie agarrando al chico por los brazos y sacudiéndolo con fuerza. - ¡Y lo haremos! ¡Sólo tengo que dar con el Destructor antes de que él me encuentre a mí y dispararle con esto! - Añadió eufórico volviendo a sacar el extraño artefacto de su bolsillo.

 - ¿Es un arma? - Nikolai lo miró incrédulo. - Pero si a ti no te gustan las armas...

 - Contra un Destructor no hay otra alternativa. - Remató con su voz más grave y profunda, parecía hablar en serio.



                                                           Cuando amaneció el día nada hacía presagiar aquella desgracia. Sólo había arrumacos entre las sábanas, pies grandes acariciando finos empeines, manos fuertes rozando la aterciopelada piel de la espalda y labios jugosos que devolvían cada beso como si fuese el último y el primero al mismo tiempo. No fue hasta pasado el almuerzo que empezaron a escucharse los gritos. Al atardecer ya estaban corriendo, huyendo de aquella especie de robot monstruoso que escupía rayos convirtiendo en polvo todo lo que alcanzaba, tratando simplemente de sobrevivir.

         Al romper de nuevo el alba continuaban corriendo, aunque ya no huían: perseguían al Destructor, y cuando Nikolai lo tuvo enfrente pudo comprobar que no era tan monstruoso como él creía. Dentro de su caparazón de máquina aquel robot estaba vivo. Algo latía y respiraba en su interior, algo que pensaba por sí mismo. Algo que, tal vez, podía llegar a sentir...

 - ¡Aparta, Kolya! - La voz de Nikto le atronó rebotando en las paredes del túnel. El tren subterráneo había pasado muy cerca y el Destructor tenía uno de sus disparadores dañado. - ¡Échate a un lado!

 - ¡No, no dejaré que lo mates! - Fue su respuesta, interponiéndose entre el señor nadie y la máquina moribunda. - Has dicho que sólo quedaba éste... ¡en todo el Universo!

 - Sí, es el último y tengo que acabar con él. - Insistió haciendo un gesto con el artefacto en la mano, ordenando a Nikolai que se quitase de en medio. - ¡Aparta!

 - No, míralo, ya no puede disparar... ¡Está indefenso! - Los enormes ojos aguamarina de Kolya eran todo compasión. - Podría haberme matado con su último rayo pero ha abierto un agujero en el techo en su lugar. ¿No ves que lo único que quiere es escapar de ti?

         El chico se giró señalando a la máquina humeante, echaba chispas por todas partes y su casco parecía estar resquebrajándose. No había nadie en el metro, los pocos supervivientes habían huido como cucarachas escaleras arriba hacía un buen rato. Todo estaba en silencio. Y entonces, como en un sueño, una voz sonó dentro de sus cabezas. Era metálica y áspera, filtrándose en sus pensamientos resonaba hueca la voz del enemigo. 

 - Ya no tiene sentido, todo ha terminado. - Decía la agonizante criatura. - Somos los últimos... tú y yo. Por favor, no me mates. - Suplicó a su letal enemigo. 

 - Pero tengo que hacerlo... ¡Eres un Destructor, todo lo que sabes hacer es destruir! - Gritó Nikto sacudiendo la cabeza. - Acabarías con la humanidad si te dejase... ¿a cuántos has matado ya? ¿Cien? ¿Quinientos? ¿Diez mil? ¿Por qué iba a dejarlo ir, Kolya?

 - ¡Míralo! - El chico seguía apuntando al robot con su dedo. La parte superior se había abierto y un ser amorfo, bastante repulsivo, asomaba entre el metal de la carcasa. - Mira lo que está haciendo...

       Un haz de luz se filtraba por el agujero del techo entre el hormigón. La criatura abrió su caparazón metálico y dejó caer sus barreras, tímidamente buscaba sentir el sol sobre su piel, quizá por vez primera, quizás una última vez. 

 - ¿Lo ves? Busca el calor, quiere vivir... - Nikolai observaba alternativamente a los dos alienígenas en el túnel, preguntándose cuál de ellos era el verdadero monstruo.

 - ¡No! - Gritó el señor nadie furioso. - ¡Créeme Kolya, esa cosa no es capaz de sentir!

 - Tal vez haya cambiado. - Nikolai vio cómo el repulsivo ser parecía adoptar una expresión placentera ante el tibio contacto de la luz solar. - Tú también has cambiado, Nikto... ¿pero en qué te estás convirtiendo?

 - ¡Es un asesino! - Volvió a gritarle al chico con el ceño fruncido sobre la fría mirada azul hielo.

 - ¡No es él quien me apunta con un arma! - Respondió Nikolai con rapidez.

         Y era cierto. Nikto seguía encañonándoles, esperando que Kolya se moviera para poder disparar a su enemigo, arrepintiéndose de haberlo traído consigo a la última batalla: ahora el chico lo había cambiado todo con su maldita humanidad. El señor nadie se mordió el labio con todas sus fuerzas por haber tenido tan malos pensamientos. 

 - Puedo sentir... - La voz del ser se dejaba oír de nuevo en sus cabezas. - Ahora tengo sentimientos, gracias a ti. Hay tanta oscuridad en mí... Muchacho, tú me has salvado de mi enemigo. Haré lo que me pidas, ordéname morir. 

 - No... no puedo hacer eso. - Nikolai titubeó. - ¿Después de todo lo que ha pasado quieres morir? 

 - Tú me cambiaste, ya no sé qué soy. Esto no es vida... ¡es una enfermedad! No quiero ser como tú, no quiero ser humano. - La máquina era consciente de su nueva identidad, ahora que Nikolai había tocado su alma ya no podría seguir siendo un Destructor. No era nada. - Ordena mi destrucción, chico, obedece.

          Sabía que el señor nadie estaba mirando, con su aparatito de luces de colores en la mano, amenazante. Kolya sabía que le dejaría hacer; solamente si no ordenaba la destrucción a la máquina, Nikto dispararía.

 - ¿Y eso es todo? - Se lamentó sacudiendo los rizos castaños al negar con la cabeza. - El fin de una especie...

          Comprender que nada tiene sentido sin un final es algo que a Nikolai, como ser humano, le costaba admitir. El maldito instinto de supervivencia, aferrarse a la vida pese a quien pese, a toda costa. Hay algo peor que estar muerto: vivir cuando no se desea hacerlo.

 - De acuerdo entonces. Hazlo. Muere. - Le susurró al fin a la máquina. Ríos de lágrimas se deslizaban por sus mejillas. 

 - ¿Estás asustado? - Quiso saber el moribundo. 

 - Sí. - Respondió con honestidad. 

 - Yo también. - Le confesó el alienígena. - ¡Autodestrucción!

           El Destructor, medio ser vivo, medio máquina, flotó un par de metros por encima del suelo antes de desaparecer en una minúscula implosión, como absorbido por un agujero negro que él mismo hubiese generado. Todo acabó en menos de un segundo. No quedó nada.


Continuará

sábado, 19 de noviembre de 2016

EL ÁNGEL DE INCÓGNITO

Hace 5 meses ya que te has ido. El mundo sigue girando sobre sí mismo a unos 1.600 kilómetros por hora, orbitando el sol a, aproximadamente, 107.000 kilómetros por hora, y desplazándose alrededor del centro de la galaxia a unos 792.000 kilómetros por hora. Todos esos números de vértigo implican tan sólo un simple hecho: el paso del tiempo. Indefectible, inevitable, sin cesar y a toda velocidad. No hay vuelta atrás. Sin embargo yo no me he movido del sitio. Sigo anclada a ese momento en el que exhalaste tu último aliento. Siempre es ese instante. Constantemente ese segundo. Lo terrible no es el día que pierdes a alguien, al menos tienes algo que hacer. Lo peor son todos los demás días que siguen muertos.
Te echo de menos, Anton. Mi niño precioso.

jueves, 3 de noviembre de 2016

Smile :)

Hoy le recuerdo con una sonrisa,
su sonrisa de chiquillo triste...
Sonreír con tristeza;
dos emociones contrarias
al mismo tiempo,
como si algo funcionase mal,
como si estuviese...
roto.


lunes, 31 de octubre de 2016

jueves, 20 de octubre de 2016

¿Alguna vez has seguido estas instrucciones?

1. - VÉNDATE LOS OJOS
2. - ESPÓSATE LAS MANOS A LA ESPALDA
3. - ARRODÍLLATE
4. - ABRE LA BOCA
 
 
 ...
 
¿Mereció la pena?
Ánimo, comenta tu experiencia al capitán Keep.

miércoles, 12 de octubre de 2016

INDEPENDIENTEMENTE DE LOS SIGLOS_Capítulo 4: “73”


Dr. Sheldon Cooper
Nikolai es tan especial... como pueda serlo cualquiera. No le gusta lo que no comprende, le asusta y le pone nervioso. Si algo le irrita es mejor no hablar de ello. Y cuando no encuentra nada lógico a lo que agarrarse, cuando camina por la cuerda floja de la ignorancia hacia el conocimiento, Kolya suele tejer su propia red con hilos de magia y superchería... así evita sentir el vacío que hay bajo sus pies. ¿Quién no le ha dado excesiva importancia a un número en algún momento de su vida?




INDEPENDIENTEMENTE DE LOS SIGLOS
Capítulo 4: “73”



                                                                          La cabeza le daba vueltas, como de costumbre estando a bordo. Cuando no creía estar cayendo a través de un abismo, sentía chocar el cerebro contra las paredes internas del cráneo. Algo realmente desagradable, casi peor que una resaca.

 - Niet! ¡Calla! - Gritó de pronto. - ¿Por... por qué...? - Nikolai titubeó, no estaba seguro de querer oír una respuesta. - ¿Se puede saber por qué cada vez que te pregunto algo... no sé... sobre tu vida, tu pasado... siempre acabas por hablarme del mío? Nunca cuentas nada de ti...

 - ¿Yo hago eso? Es posible, no lo niego. ¡Demonios! ¿Qué es lo que quieres saber? - Refunfuñó pateando el suelo de su extraña nave, una nubecilla de polvo violeta surgió del golpe para disiparse en el aire a la altura de los tobillos. - Responderé con total y absoluta sinceridad. - Añadió sacudiendo el bajo de sus elegantes pantalones de fino paño negro, no podía tolerar una mancha púrpura en su impecable traje inglés. - Pero solamente a una pregunta. Al menos por ahora, Kolya. Apenas nos estamos conociendo tú y yo.

 - ¿Serás...? - El muchacho cerró los puños con rabia, y tuvo que morderse la lengua para no gritar alguna impropiedad ante la cínica sonrisa en la retorcida boca de Nikto. - Te has dejado algo en el zapato... - Le señaló.

         Al extraño señor nadie no le preocupaban sus zapatillas deportivas, el polvo de su nave apenas se podía apreciar sobre la lona morada. Una insólita combinación con su atuendo. Se quedó impasible ante su compañero de viaje, esperando la pregunta, aquella a la que se había comprometido a contestar diciendo la verdad. Finalmente tragó saliva, el chico iba a hablar.

 - Está bien. - Nikolai respiró profundo, inhalando el aire enrarecido de la sala de controles y expulsándolo lentamente en un silencioso bufido. - Dices que nos estamos conociendo pero hace semanas que viajo contigo. Y cada vez que saco el tema, como cuando te pregunté tu nombre camino del estreno de “La importancia de llamarse Ernesto”... o antes de ayer, en esa estación espacial alienígena con hotel y supermercado, cuando vimos un holomapa estelar y quise saber donde está tu planeta... Tú siempre acabas mencionando algo como lo de mi muerte. ¡Y lo haces para que me calle y no te pregunte más! Sabes que no hablamos de eso.

 - Lo sé, precioso mío. - Acercándose trató de acariciarle la mejilla, estaba tan sonrosada por el enfado que parecía una manzana pidiendo ser mordida. Nikolai se apartó.

 - Y ahora, sólo te he pedido que me digas de qué especie eres y... ¿tú me hablas de mi infancia? - Tenía los ojos inyectados en sangre, aquello le había traído a la mente el recuerdo de sus padres y eso dolía mucho. - ¡De mi infancia! ¿Desde cuándo me conoces tú a mí? ¿Cómo puedes saber todas esas cosas de mi vida?

 - Desde mucho antes de tu nacimiento, Nikolai Aleksándrovich Tserkov. - Dijo con su voz más grave y atronadora, aprovechando al máximo la acústica que ofrecían las abovedadas paredes metálicas que les rodeaban. - Conozco a tu familia de toda la vida, podría decirse así: literalmente. - Apostilló con media sonrisa.

 - ¿Qué? ¿Cómo? - El chico retrocedió un paso y luego otro, alejándose de aquellos ojos azul pálido que le estaban congelando el alma.

 - No eres el primer Tserkov que sube a bordo de mi nave. - Nikto bajó la mirada, el muchacho parecía asustado y eso era lo último que él deseaba. Aun así, continuó con su respuesta. Lo había prometido. - Ya sabes por qué tus abuelos huyeron de Rusia. Dijiste que de niño te contaron historias... una sombra en el jardín. ¿Recuerdas?

 - Nunca la vi... - Algo en su espalda le causó un escalofrío. - Pero mi padre hablaba de un tío abuelo suyo que desapareció un día sin dejar rastro.

 - Pavel... - Nikto mencionó el nombre con nostalgia. - Era tan dulce y tan soberanamente bobo... Fue el número sesenta y cuatro, no me duró demasiado.

 - ¿Qué? - Nikolai estaba desconcertado, el señor nadie había dicho esto último con tanta naturalidad que le espeluznó. - ¿A cuántos...?

 - Setenta y dos. - Cerró los ojos, ver los aguamarina del chico mirándole de aquella manera le partía el corazón. - Tú eres el número setenta y tres.

 - El número setenta y tres... muerto a los veintisiete... - Nikolai salió de la sala de controles, necesitaba pensar y lo hacía mucho mejor cuando caminaba. - El setenta y tres es el vigésimo primer número primo. Leído al revés es treinta y siete, que es el décimo segundo número primo y a su vez doce, leído al revés, es veintiuno... que al fin y al cabo es el resultado de multiplicar siete por tres.

         Daba grandes zancadas recorriendo a toda prisa los endiablados pasillos, el señor nadie le mantenía vigilado a través del monitor. El chico parecía intentar asimilar aquello usando su propia magia particular, un espectáculo que Nikto se deleitaba en presenciar.

 - Veintisiete años... - Dobló una esquina y la emprendió con la escalera de mano. Necesitaba que su corazón latiese a mayor velocidad, el ejercicio en la subida le aportaría más sangre a su cerebro. - El veintisiete es un número compuesto que tiene al uno, al tres y al nueve como factores propios. La suma de sus factores es trece, que al ser menor que veintisiete lo convierten en un número defectivo. ¿Y qué puñetas es un número defectivo? ¡Nikto! Sé que puedes oírme, ¿me ilustras con tu sabiduría, por favor?

         No se hizo esperar demasiado, el señor nadie sonrió y pulsó el botón del comunicador para responder a aquella pregunta. El chico se había detenido un paso antes de alcanzar el nivel superior alfa, la cubierta más elevada.

 - Número defectivo... - Repitió por megafonía, ajustando el volumen para que su voz aterciopelada no se distorsionase rebotando entre las paredes de la nave. - Bueno, un número defectivo o “deficiente”, como yo prefiero llamarlo, es un número natural que es mayor que la suma de sus divisores propios exceptuándose a sí mismo. Tal y como tú bien has dicho, Kolya... el veintisiete lo es. 

 - ¡Ah, perfecto, un número deficiente! - Farfulló ascendiendo los últimos travesaños y asomando ya la cabeza por el hueco iluminado. - Igual que el viejo tío Pasha ¿no?

 - ¿Deficiente? - Preguntó frunciendo el ceño. - Era algo bobo, nada más. Su cociente intelectual se encontraba muy por encima de la media. Os pasa a todos los Tserkov.

 - ¡Eh! - Protestó tanto por lo que Nikto acababa de insinuar como por lo que estaban viendo sus ojos. - ¿Por qué no me habías dicho que teníamos una piscina aquí arriba?


                             Se dio toda la prisa que pudo para llegar hasta allí. Corrió por los pasillos, atajó por el ascensor, abrió la puerta oculta que daba acceso al nivel superior alfa... pero cuando el señor nadie alcanzó por fin la piscina, Nikolai hacía rato que nadaba como su madre lo trajo al mundo.

 - Dime, preciosa cosita mojada... - Los rizos castaños le goteaban sobre la frente, resbalando por las mejillas como falsas lágrimas. - ¿Qué te han dicho los números esta vez?

 - El veintisiete es deficiente, no significa nada. Pero el setenta y tres... - Impulsándose con pies y manos saltó al borde de mármol de la piscina, emergiendo húmedo, hermoso y en todo su esplendor. - Es el mejor número, ¿no te parece?

 - Sí... el mejor. - Murmuró en apenas un susurro, el chico estaba justo debajo de su nariz y a punto de ser besado.


Continuará


viernes, 30 de septiembre de 2016

ARDE LA LUNA...

Arde la luna en el cielo y yo ardo de amor,
fuego que se consume como mi corazón.
Mi alma llora, dolorida.
No estoy en paz, qué mala noche.
El tiempo pasa mas no amanece,
no habrá más sol si él no vuelve.

Arde mi tierra y arde mi corazón,
ella tiene sed de agua, yo sed de amor.
A quién le canto mi canción,
si no hay nadie que se asome al balcón.

Arde la luna en el cielo y yo ardo de amor,
fuego que se consume como mi corazón.
A quién le canto mi canción,
si no hay nadie que se asome al balcón.

El tiempo pasa mas no amanece,
no habrá más sol si él no vuelve.
Arde mi tierra y arde mi corazón,
ella tiene sed de agua, yo sed de amor.
A quién le canto mi canción,
si no hay nadie que se asome al balcón.

Brucia La Terra - The Godfather (https://www.youtube.com/watch?v=LW5xCCTXZdU)


miércoles, 28 de septiembre de 2016

INDEPENDIENTEMENTE DE LOS SIGLOS_Capítulo 3. Le dessert... chaud *(el postre... caliente)


Cenar en compañía de Oscar Wilde y su joven amante, Lord Alfred Douglas, fue toda una sorpresa para Nikolai. Un sueño cumplido: conocer al escritor y asistir nada menos que al estreno de su última comedia, “La importancia de llamarse Ernesto”. El chico acababa de morir, se merecía un homenaje... su extraño compañero de viaje no podía oponerse a algo tan excepcional.


INDEPENDIENTEMENTE DE LOS SIGLOS
Capítulo 3: Le dessert... chaud *(el postre... caliente)



                                                                           Catorce de febrero de mil ochocientos noventa y cinco. En el reservado de un restaurante cercano al teatro St. James de Londres, cuatro hombres comparten a solas una exquisita cena coronada con deliciosos postres. 

 - ¡Humanos! Aunque inteligentes, obviamente unos más que otros, no sois sin embargo ni medio suspicaces siquiera. - El extraño parecía molesto, mirando alternativamente a los otros tres hombres en el reservado. - Si alguien tiene la posibilidad de tomar el control, rápidamente os sometéis. ¡A veces creo que os gusta! Una vida fácil, sin decisiones que tomar... ¡Pequeños cerebros humanos! ¿Cómo sobrevivís con ellos?

         Nikolai tenía la cara roja como un tomate maduro. Y no sólo debido a que su compañero de viaje estuviera burlándose del género humano delante del mismísimo Oscar Wilde; todo porque Lord Alfred Douglas, más conocido en la intimidad como Bosie, acababa de cumplir con la orden de su amigo el escritor y se encontraba de rodillas bajo la mesa, exactamente entre sus piernas, listo para poner en práctica sus conocimientos de “francés.” El rostro de Kolya estaba a punto de explotar por éste y no por otro motivo, aunque intentó disimular su desconcierto.

 - Debéis disculpar a mi amigo, cuando se estresa se burla de las demás especies. - Sonrió tratando de justificar la grosera actitud del extraño señor Nadie. - El otro día se cortó al afeitarse y se pasó media hora insultando a formas de vida más tontas que él. Justo lo que duró su herida, ni cicatriz le quedó...

 - ¿Acaso no es usted humano, señor mío? - Oscar clavó su inquisitiva mirada en los ojos azul pálido del desconocido al que había invitado a cenar.

 - No tengo ni idea de a qué especie pertenece pero estoy convencido de que no es como nosotros. - Respondió Nikolai por su compañero. - ¡Ah!

       Aquello último había sonado a lo que era: un gemido. La lengua de Bosie resultó ser endiabladamente experta en el arte del francés, tal como Wilde había advertido. El muchacho rubio se afanaba en su tarea y a Nikolai no le quedaba otra alternativa que dejarse hacer, sufriendo el placer que aquello le provocaba sin poder decir una palabra.

 - Bien entonces. - Arguyó el escritor haciendo su silla a un lado para estar más cerca de su extraño nuevo amigo. - Si no es usted humano... ¿a qué especie pertenece, caballero?

         Lo que estaba ocurriendo bajo sus narices llamó poderosamente la atención del señor Nadie: su joven amigo Nikolai parecía hallarse en un completo estado de felicidad dentro de la boca de Lord Alfred.

 - Yo... vengo de un mundo muy lejano. - Susurró sin apartar la vista de la cabeza rubia que subía y bajaba sobre la entrepierna de su amigo. - El sol explotó y todo quedó destruido. Pude robar una nave justo a tiempo, por eso sigo vivo.

 - El último de su especie. - Murmuró Wilde acariciando aquel mentón afilado y pálido que tanto le atraía. - Bosie... deja ya al chico y ocúpate del señor Nikto, ¿quieres querida?

         Que le hablase en femenino no era nada raro, lo hacían siempre que estaban a solas o, como en esta ocasión, en compañía de lo que ellos consideraban “espíritus afines”. Lord Alfred Douglas abandonó al muchacho húmedo y frío, erguido en toda su plenitud, para dedicar ahora sus habilidades a la entrepierna del aludido.

 - ¿Puedo hacer algo por usted, señor Wilde? - Consultó Nikolai tímidamente, con su voz ronca y quebradiza, al admirado escritor.

 - ¡Desde luego que sí! - Exclamó Oscar casi eufórico. - Deme un momento tan sólo...

         Apresuradamente se deshizo de sus pantalones dejándolos enrollados en los tobillos, había arrastrado la ropa interior y mostraba un glorioso trasero que, sin pérdida de tiempo, apoyó en los muslos de Nikolai. Le daba la espalda al hacerlo y no pudo ver la pícara sonrisa dibujada en el rostro del muchacho.

 - Nunca desperdiciaría una erección así... ¡Oh, por todos los dioses! - Wilde gimió de gozo al sentirle dentro, el chico poseía una envergadura que le llenó por completo. - Bosie, preciosa, no escatimes tus cuidados con el señor Nikto. Cuando esté preparado que se una a su amigo dentro de mí.


              Acogedor sería la palabra más adecuada para definir el glorioso trasero del escritor. Wilde pudo con ambos viajeros y aún le quedaron fuerzas para someterse a Lord Alfred una vez que aquellos hubieron terminado. Nikolai le observaba rebotar en el regazo de su joven y rubio amante sin cesar, gimiendo y deleitándose en el placer de sentirse lleno una vez más. El chico lo hacía descansando la cabeza sobre el pecho aún jadeante del señor Nadie.

 - Feliz San Valentín, Kolya... - Susurró besando la frente por debajo de los rizos castaños. - Mi precioso muchacho...

 - Feliz San Valentín, Nikto... - Le miraba con los ojos aguamarina entornados, aún ruborizado por lo que acababa de pasar. - Seas quien seas...


Continuará

sábado, 24 de septiembre de 2016

TALENTO


Anton interpretando una de mis piezas favoritas, el Capricho nº 24 de Paganini. ¿Talento? A mi niño le rebosaba por los cuatro costados... ¡Mi preciosa rosa blanca!

jueves, 22 de septiembre de 2016

INDEPENDIENTEMENTE DE LOS SIGLOS _ Capítulo 2. El extraño.


Dejamos a Nikolai despidiéndose de toda su vida y aceptando partir junto al extraño sin nombre. La promesa de aventuras, de viajes imposibles, la curiosidad por saber más acerca de aquel desconocido tan familiar, pudo más que el sentido común: el chico aceptó fingir su propia muerte. ¿Y cómo lo hizo? Bueno, puede que con el tiempo... Tal vez algún día Kolya se decida a hablar sobre ello.



INDEPENDIENTEMENTE DE LOS SIGLOS
Capítulo 2: El extraño



                                                                               Caía la noche y caminaban juntos sobre la nieve, sus pisadas sonaban amortiguadas por el constante ruido de coches de caballos yendo y viniendo. Palace Street, en pleno centro de Londres, se encontraba muy animada a pesar del frío. Nikolai se ajustó una vez más la corbata al cuello, lo encontraba demasiado duro, demasiado incómodo.

 - ¡Deja eso ya! - Le regañó con media sonrisa. - Estás perfecto así vestido, Kolya, eres todo un gentleman...

 - ¿Por qué hay tanta gente? ¿Qué pasa? ¿A dónde vamos?

 - ¿Pero es que no sabes qué día es hoy?

      El muchacho buscó con la mirada hasta que dio con un hombre que, apoyado en una de las columnas bajo el pórtico del teatro, leía el periódico de la tarde. Así fue como pudo leer la fecha en la que se encontraban.

 - Catorce de febrero de mil ochocientos noventa y cinco. ¡Es el día de los enamorados! ¿Serás mi Valentín? - Preguntó coqueto, con una mueca toda ternura en sus preciosos labios.

 - Ya veremos, según te comportes. - Bromeó, sabía demasiado bien cómo quería terminar la noche.

 - La importancia de llamarse Ernesto. - Nikolai observó el cartel de la obra que se representaba esa noche en el St. James. - ¿Es el estreno? ¿Estará Wilde entre el público? ¡Ah, sería maravilloso conocerle!

 - Te prometí viajar en el tiempo y el espacio y aquí estamos, en una noche memorable. - Galantemente sujetó la puerta mientras su joven acompañante la cruzaba delante de él. - El autor disfrutará de su nuevo gran éxito, si eres hábil podrás invitarle a una copa más tarde.

 - Sí, beberemos con él. - Afirmó con seriedad. - Al pobre hombre le quedan unos tres meses para acabar con sus huesos en la cárcel.

 - ¿Cómo sabes eso? - Le detuvo un momento en el hall del teatro, sosteniéndolo del brazo para mirarle a los enormes ojos aguamarina. El chico guardaba muchas sorpresas en su interior. - Entiende que no debes decirle nada, es mejor que Wilde siga ignorando su destino.

 - Tranquilo, ya me hiciste jurar que no cambiaría la Historia. - Le respondió con una gran sonrisa. - ¿Dónde nos sentamos? ¿Me llevas a un palco? ¡Oh, no puedo creer que estemos aquí!

      Kolya se dejó arrastrar escaleras arriba, al primer piso, y trotó tras su compañero hasta el palco de platea, el más cercano al escenario. Ocupó su asiento contento de que sólo hubiera dos sillas, tendría la libertad de hacer comentarios que a oídos indiscretos podrían sonar terriblemente anacrónicos.

 - Me he dado cuenta de una cosa. - Susurró el muchacho con su voz ronca y quebradiza. - No sé tu nombre, no me lo has dicho.

 - Cierto, no me he presentado. Resulta algo raro, después de todo lo que ha pasado... ¿verdad? - Le miró con sus ojos azules tan pálidos como el tejido con el que está hecha la mañana. - Lo de tu muerte y...

 - Te lo advertí: no hablamos de eso. - Refunfuñó Nikolai frunciendo el ceño al interrumpirle.

 - De todos modos no importa, no tengo nombre. - Masculló encogiendo los hombros. - Aunque en tu familia me llamáis Gospodin Nikto, vengo oyéndoos decirme así desde hace siglos.

      Nikolai se echó a reír. Fue breve, pronto un escalofrío le heló la sonrisa en el rostro.

 - Eso no es un nombre, es ruso... - Carraspeó y sacudió la cabeza, la espalda recta y lejos del respaldo de su silla, estaba tenso. - Significa Señor Nadie. ¿Cómo esperas que llamemos a una sombra que deambula por el jardín? De niños nos contaban historias que... No, mejor no hablamos de eso.

 - Kolya, querido. - Poniendo su mano sobre el hombro del muchacho buscó atrapar entre los dedos el lóbulo de su oreja, regalándole así una caricia que ascendió por el cuello hasta el mentón. - Puedes llamarme Nikto si tú quieres.

      Las lámparas de gas se atenuaron y pronto la representación de la última comedia, escrita por el inmortal Oscar Wilde, dio comienzo sobre el escenario.

       El extraño Señor Nadie se deleitaba en contemplar la cara de niño ilusionado de Nikolai, los preciosos ojos aguamarina brillando de emoción y aquella pierna derecha subiendo y bajando vertiginosamente, en un movimiento involuntario de verdadero nerviosismo.

 - Está ahí sentado... - Susurró de pronto echándose hacia delante, apoyando los brazos sobre la baranda forrada de terciopelo. - Oscar... Es él ¿verdad?

      El señor Nadie asintió. Tenían al autor en el palco de enfrente, rodeado por su más íntimo círculo de amistades: bellas damas y elegantes caballeros entre los cuales uno destacaba por la atención que le prestaba el escritor. Más tarde, cuando juntos brindaron con champán por el éxito de la obra, el señor Wilde les presentó al joven como Lord Alfred Douglas.

 - Bosie... - Musitó Nikolai palideciendo al instante, había reconocido al causante de la desgracia que en tres meses caería sobre Wilde.

      El muchacho era hermoso, arrogante, un orgulloso escocés de rubios cabellos ensortijados y mirada penetrante. Tenía aproximadamente la misma edad que Nikolai.

 - Señor Nikto, parece que tengamos gustos semejantes. - Comentó Oscar con su habitual cinismo.

 - Si se refiere usted, caballero, a ese amor que no se atreve a decir su nombre... - Dejó caer la cita del poema "Dos amores" de Lord Alfred a propósito, causar escalofríos que erizasen la piel de Kolya se estaba convirtiendo en uno de sus pasatiempos favoritos. - No puedo decir lo contrario, señor mío. Nuestros gustos son semejantes.

      El rubio no apartaba la vista de Nikolai, examinándolo con detenimiento. Una sospecha se le clavó en la mente igual que una aguja afilada.

 - ¿Nos conocemos? - Preguntó acercándose al joven de cabellos castaños y rizados que tenía delante. - ¿Es amigo de Oscar, usted también...?

 - No, estamos de paso, no somos de por aquí. - Intervino el señor Nadie dejando caer su brazo sobre los hombros de Nikolai. Aquel gesto era una declaración de propiedad. - Mi amigo es ruso, aunque domina nuestra lengua a la perfección, además del francés... claro está.

 - ¡Ah, el francés! Todo un arte en el que nuestros jóvenes acompañantes por fuerza han de resultar expertos. - Insinuó alegremente Oscar dando a entender mucho más con su traviesa mirada. - Tal vez debiéramos disfrutar de sus habilidades, compartirlas... Tengo un reservado aquí cerca, el restaurante es cómodo y discreto. ¿No están hambrientos? Estoy convencido de que su joven amigo necesita con premura algo contundente que llevarse a la boca.

 - Le tengo bien alimentado, gracias. - Respondió el señor Nadie con descaro y media sonrisa, palmeando el trasero de Nikolai que se ruborizó ligeramente. - Además, hoy es un día especial para nosotros, tenía planes...

 - Oh, davay! *(vamos) - Suplicó el joven Kolya sacando morritos. ¿Iba a perderse una cena con el genuino Oscar Wilde solamente por unos tontos celos de su compañero de viaje?

 - ¿En qué college ha estudiado, señor Tserkov? - Lord Alfred insistía en sus pesquisas a la par que guiaba ya al muchacho hacia el restaurante. - Estoy seguro de que nos conocemos, me ha llamado usted Bosie.

 - No aceptaré una negativa como respuesta, amigo mío. - Wilde podía ser muy testarudo cuando algo le interesaba. - Celebraremos mi último éxito y rezaré porque no sea realmente el último.

          Y así el extraño señor Nadie y su acompañante, el joven Nikolai Tserkov, acabaron compartiendo una cena de San Valentín con el famoso escritor Oscar Wilde y su buen amigo Lord Alfred Douglas.


Continuará