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Mi niño precioso... parece que estuvieras hablándome desde el otro lado, diciéndome lo que debo hacer con todo el dolor que me causa tu au...

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domingo, 27 de noviembre de 2016

INDEPENDIENTEMENTE DE LOS SIGLOS_Capítulo 5: “Aferrarse a la vida”


Nikolai no deja de aprender lecciones interesantes durante sus viajes junto al señor nadie, sin embargo es bien poco lo que sabe de la vida de su compañero. ¿A qué mundo pertenece Nikto? ¿De qué especie es? ¿Por qué siempre ha acosado a su familia? Tal vez esté huyendo de algo, como Nikolai, que huyó de su propia vida.



INDEPENDIENTEMENTE DE LOS SIGLOS
Capítulo 5: Aferrarse a la vida



                                                                          Llevaba todo el día corriendo de acá para allá, al lado del señor nadie se hace mucho ejercicio. Nikolai estaba agotado, así que cuando entró al salón de aquella casa vacía dejó caer la mochila al suelo y se tumbó un momento en el sofá. Todo estaba abandonado y cubierto de polvo, los platos sobre la mesa con restos de comida echándose a perder... como si los que vivían allí hubiesen tenido que salir a toda prisa. Entonces se le ocurrió que aquel polvo eran los propios habitantes de la casa: sus moradores. ¡Y los estaba respirando! El muchacho se estremeció.

 - Vale, échate un rato, recupera fuerzas. - Nikto seguía caminando nervioso a su alrededor, curioseando los libros ajenos en la estantería. - A veces olvido que eres un simple humano. ¡Oh, mira! ¡Alicia en el país de las maravillas! - Exclamó con una gran sonrisa tomando un ajado ejemplar entre las manos. - Una pena, esta gente tenía buen gusto. - Se lamentó.

 - ¡Oye tú! - Aquel comentario sobre su humanidad terminó de sacarle de quicio. - ¿Por qué no tienes a alguien de tu especie, sea la que sea, como compañero? - Le espetó a la cara con desdén levantando la cabeza del polvoriento cojín. - No sé, alguien que pudiera seguir tu ritmo, para variar. Alguien que te ayudase a resolver todos estos locos problemas que acostumbran a cruzarse en tu camino. ¿Te das cuenta de que siempre acabamos metidos en algún lío?

 - No siempre, la mayor parte del tiempo es divertido. - Contestó dejando Alicia en el estante y chasqueando la lengua al tiempo que le guiñaba un ojo.

 - A mí no me parece divertido que una máquina extraterrestre ande por ahí convirtiendo en polvo a la gente. - Nikolai volvió a tumbarse sin apartar la mirada del señor nadie.

 - Extraterrestre... ¿por qué todo lo malo tiene que ser alienígena? - Preguntó al aire mientras se sacaba un extraño aparato del bolsillo de la chaqueta.

 - ¿Qué es ese trasto? - La curiosidad pudo con él y Nikolai se incorporó para examinar el objeto más de cerca. - No te lo había visto nunca.

         El artefacto tenía montones de lucecitas, palancas y botones que Nikto pulsaba sin cesar. Entretanto emitía un molesto zumbido que variaba en tono e intensidad, volviéndose insoportable en un momento dado.

 - ¡Eh, ya está bien! - Protestó el muchacho llevándose las manos a los doloridos oídos.

 - Disculpa. - Dijo Nikto apagando el aparato. - Es lo que me temía. Esa máquina viene persiguiéndome desde hace siglos, no se detendrá hasta dar conmigo y matarme... otra vez.

 - ¿Pero qué es? La máquina... ¿de dónde viene? ¿Es de tu mundo? ¿Y cómo que matarte otra vez? ¿Cuántas veces se puede estar muerto? - Nikolai, que sentía arder la cabeza con tantas preguntas, se puso en pie y volvió a coger su mochila. - ¡Ah, ni contestes! Vamos, tenemos que dar con la máquina y acabar con todo esto.

 - Gracias. - Susurró Nikto cuando el muchacho pasó por su lado camino de la puerta. - No tenemos tiempo que perder, pronto amanecerá.

       Nikolai ya empezaba a asumir que el señor nadie contaría lo que quisiera y cuando quisiera sobre sí mismo; su existencia en sí era un misterio. Lo urgente ahora era detener a esa maldita máquina que, de algún modo, se había colado en el planeta Tierra y parecía ir a acabar con toda la especie humana.

 - Esto no tendría que ser así... - Nikto caminaba a toda prisa por la calle desierta de la zona residencial, no había nadie en kilómetros a la redonda. - ¡Lo que está pasando no es parte de la Historia! Eso es una buena noticia, Kolya... ¿y sabes por qué?

 - Bueno, el año dos mil veinticuatro es mi futuro... - Dijo dudando de las palabras del señor nadie. - ¡Uno que yo no viviré al estar muerto!

 - Siempre quejándote por tonterías. - Farfulló Nikto poniendo los ojos en blanco. - Yo conozco la Historia, créeme, y ningún Destructor acabó con la vida en la Tierra en el siglo veintiuno.

 - Lo que quieres decir entonces es que... - Nikolai intentaba comprender, se detuvo a su lado en plena carretera y escudriñó los ojos azul hielo del otro en busca de respuestas.

 - ¡Podemos cambiarlo! - Exclamó el señor nadie agarrando al chico por los brazos y sacudiéndolo con fuerza. - ¡Y lo haremos! ¡Sólo tengo que dar con el Destructor antes de que él me encuentre a mí y dispararle con esto! - Añadió eufórico volviendo a sacar el extraño artefacto de su bolsillo.

 - ¿Es un arma? - Nikolai lo miró incrédulo. - Pero si a ti no te gustan las armas...

 - Contra un Destructor no hay otra alternativa. - Remató con su voz más grave y profunda, parecía hablar en serio.



                                                           Cuando amaneció el día nada hacía presagiar aquella desgracia. Sólo había arrumacos entre las sábanas, pies grandes acariciando finos empeines, manos fuertes rozando la aterciopelada piel de la espalda y labios jugosos que devolvían cada beso como si fuese el último y el primero al mismo tiempo. No fue hasta pasado el almuerzo que empezaron a escucharse los gritos. Al atardecer ya estaban corriendo, huyendo de aquella especie de robot monstruoso que escupía rayos convirtiendo en polvo todo lo que alcanzaba, tratando simplemente de sobrevivir.

         Al romper de nuevo el alba continuaban corriendo, aunque ya no huían: perseguían al Destructor, y cuando Nikolai lo tuvo enfrente pudo comprobar que no era tan monstruoso como él creía. Dentro de su caparazón de máquina aquel robot estaba vivo. Algo latía y respiraba en su interior, algo que pensaba por sí mismo. Algo que, tal vez, podía llegar a sentir...

 - ¡Aparta, Kolya! - La voz de Nikto le atronó rebotando en las paredes del túnel. El tren subterráneo había pasado muy cerca y el Destructor tenía uno de sus disparadores dañado. - ¡Échate a un lado!

 - ¡No, no dejaré que lo mates! - Fue su respuesta, interponiéndose entre el señor nadie y la máquina moribunda. - Has dicho que sólo quedaba éste... ¡en todo el Universo!

 - Sí, es el último y tengo que acabar con él. - Insistió haciendo un gesto con el artefacto en la mano, ordenando a Nikolai que se quitase de en medio. - ¡Aparta!

 - No, míralo, ya no puede disparar... ¡Está indefenso! - Los enormes ojos aguamarina de Kolya eran todo compasión. - Podría haberme matado con su último rayo pero ha abierto un agujero en el techo en su lugar. ¿No ves que lo único que quiere es escapar de ti?

         El chico se giró señalando a la máquina humeante, echaba chispas por todas partes y su casco parecía estar resquebrajándose. No había nadie en el metro, los pocos supervivientes habían huido como cucarachas escaleras arriba hacía un buen rato. Todo estaba en silencio. Y entonces, como en un sueño, una voz sonó dentro de sus cabezas. Era metálica y áspera, filtrándose en sus pensamientos resonaba hueca la voz del enemigo. 

 - Ya no tiene sentido, todo ha terminado. - Decía la agonizante criatura. - Somos los últimos... tú y yo. Por favor, no me mates. - Suplicó a su letal enemigo. 

 - Pero tengo que hacerlo... ¡Eres un Destructor, todo lo que sabes hacer es destruir! - Gritó Nikto sacudiendo la cabeza. - Acabarías con la humanidad si te dejase... ¿a cuántos has matado ya? ¿Cien? ¿Quinientos? ¿Diez mil? ¿Por qué iba a dejarlo ir, Kolya?

 - ¡Míralo! - El chico seguía apuntando al robot con su dedo. La parte superior se había abierto y un ser amorfo, bastante repulsivo, asomaba entre el metal de la carcasa. - Mira lo que está haciendo...

       Un haz de luz se filtraba por el agujero del techo entre el hormigón. La criatura abrió su caparazón metálico y dejó caer sus barreras, tímidamente buscaba sentir el sol sobre su piel, quizá por vez primera, quizás una última vez. 

 - ¿Lo ves? Busca el calor, quiere vivir... - Nikolai observaba alternativamente a los dos alienígenas en el túnel, preguntándose cuál de ellos era el verdadero monstruo.

 - ¡No! - Gritó el señor nadie furioso. - ¡Créeme Kolya, esa cosa no es capaz de sentir!

 - Tal vez haya cambiado. - Nikolai vio cómo el repulsivo ser parecía adoptar una expresión placentera ante el tibio contacto de la luz solar. - Tú también has cambiado, Nikto... ¿pero en qué te estás convirtiendo?

 - ¡Es un asesino! - Volvió a gritarle al chico con el ceño fruncido sobre la fría mirada azul hielo.

 - ¡No es él quien me apunta con un arma! - Respondió Nikolai con rapidez.

         Y era cierto. Nikto seguía encañonándoles, esperando que Kolya se moviera para poder disparar a su enemigo, arrepintiéndose de haberlo traído consigo a la última batalla: ahora el chico lo había cambiado todo con su maldita humanidad. El señor nadie se mordió el labio con todas sus fuerzas por haber tenido tan malos pensamientos. 

 - Puedo sentir... - La voz del ser se dejaba oír de nuevo en sus cabezas. - Ahora tengo sentimientos, gracias a ti. Hay tanta oscuridad en mí... Muchacho, tú me has salvado de mi enemigo. Haré lo que me pidas, ordéname morir. 

 - No... no puedo hacer eso. - Nikolai titubeó. - ¿Después de todo lo que ha pasado quieres morir? 

 - Tú me cambiaste, ya no sé qué soy. Esto no es vida... ¡es una enfermedad! No quiero ser como tú, no quiero ser humano. - La máquina era consciente de su nueva identidad, ahora que Nikolai había tocado su alma ya no podría seguir siendo un Destructor. No era nada. - Ordena mi destrucción, chico, obedece.

          Sabía que el señor nadie estaba mirando, con su aparatito de luces de colores en la mano, amenazante. Kolya sabía que le dejaría hacer; solamente si no ordenaba la destrucción a la máquina, Nikto dispararía.

 - ¿Y eso es todo? - Se lamentó sacudiendo los rizos castaños al negar con la cabeza. - El fin de una especie...

          Comprender que nada tiene sentido sin un final es algo que a Nikolai, como ser humano, le costaba admitir. El maldito instinto de supervivencia, aferrarse a la vida pese a quien pese, a toda costa. Hay algo peor que estar muerto: vivir cuando no se desea hacerlo.

 - De acuerdo entonces. Hazlo. Muere. - Le susurró al fin a la máquina. Ríos de lágrimas se deslizaban por sus mejillas. 

 - ¿Estás asustado? - Quiso saber el moribundo. 

 - Sí. - Respondió con honestidad. 

 - Yo también. - Le confesó el alienígena. - ¡Autodestrucción!

           El Destructor, medio ser vivo, medio máquina, flotó un par de metros por encima del suelo antes de desaparecer en una minúscula implosión, como absorbido por un agujero negro que él mismo hubiese generado. Todo acabó en menos de un segundo. No quedó nada.


Continuará

sábado, 19 de noviembre de 2016

EL ÁNGEL DE INCÓGNITO

Hace 5 meses ya que te has ido. El mundo sigue girando sobre sí mismo a unos 1.600 kilómetros por hora, orbitando el sol a, aproximadamente, 107.000 kilómetros por hora, y desplazándose alrededor del centro de la galaxia a unos 792.000 kilómetros por hora. Todos esos números de vértigo implican tan sólo un simple hecho: el paso del tiempo. Indefectible, inevitable, sin cesar y a toda velocidad. No hay vuelta atrás. Sin embargo yo no me he movido del sitio. Sigo anclada a ese momento en el que exhalaste tu último aliento. Siempre es ese instante. Constantemente ese segundo. Lo terrible no es el día que pierdes a alguien, al menos tienes algo que hacer. Lo peor son todos los demás días que siguen muertos.
Te echo de menos, Anton. Mi niño precioso.

jueves, 3 de noviembre de 2016

Smile :)

Hoy le recuerdo con una sonrisa,
su sonrisa de chiquillo triste...
Sonreír con tristeza;
dos emociones contrarias
al mismo tiempo,
como si algo funcionase mal,
como si estuviese...
roto.