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Desde el otro lado

Mi niño precioso... parece que estuvieras hablándome desde el otro lado, diciéndome lo que debo hacer con todo el dolor que me causa tu au...

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lunes, 31 de octubre de 2016

jueves, 20 de octubre de 2016

¿Alguna vez has seguido estas instrucciones?

1. - VÉNDATE LOS OJOS
2. - ESPÓSATE LAS MANOS A LA ESPALDA
3. - ARRODÍLLATE
4. - ABRE LA BOCA
 
 
 ...
 
¿Mereció la pena?
Ánimo, comenta tu experiencia al capitán Keep.

miércoles, 12 de octubre de 2016

INDEPENDIENTEMENTE DE LOS SIGLOS_Capítulo 4: “73”


Dr. Sheldon Cooper
Nikolai es tan especial... como pueda serlo cualquiera. No le gusta lo que no comprende, le asusta y le pone nervioso. Si algo le irrita es mejor no hablar de ello. Y cuando no encuentra nada lógico a lo que agarrarse, cuando camina por la cuerda floja de la ignorancia hacia el conocimiento, Kolya suele tejer su propia red con hilos de magia y superchería... así evita sentir el vacío que hay bajo sus pies. ¿Quién no le ha dado excesiva importancia a un número en algún momento de su vida?




INDEPENDIENTEMENTE DE LOS SIGLOS
Capítulo 4: “73”



                                                                          La cabeza le daba vueltas, como de costumbre estando a bordo. Cuando no creía estar cayendo a través de un abismo, sentía chocar el cerebro contra las paredes internas del cráneo. Algo realmente desagradable, casi peor que una resaca.

 - Niet! ¡Calla! - Gritó de pronto. - ¿Por... por qué...? - Nikolai titubeó, no estaba seguro de querer oír una respuesta. - ¿Se puede saber por qué cada vez que te pregunto algo... no sé... sobre tu vida, tu pasado... siempre acabas por hablarme del mío? Nunca cuentas nada de ti...

 - ¿Yo hago eso? Es posible, no lo niego. ¡Demonios! ¿Qué es lo que quieres saber? - Refunfuñó pateando el suelo de su extraña nave, una nubecilla de polvo violeta surgió del golpe para disiparse en el aire a la altura de los tobillos. - Responderé con total y absoluta sinceridad. - Añadió sacudiendo el bajo de sus elegantes pantalones de fino paño negro, no podía tolerar una mancha púrpura en su impecable traje inglés. - Pero solamente a una pregunta. Al menos por ahora, Kolya. Apenas nos estamos conociendo tú y yo.

 - ¿Serás...? - El muchacho cerró los puños con rabia, y tuvo que morderse la lengua para no gritar alguna impropiedad ante la cínica sonrisa en la retorcida boca de Nikto. - Te has dejado algo en el zapato... - Le señaló.

         Al extraño señor nadie no le preocupaban sus zapatillas deportivas, el polvo de su nave apenas se podía apreciar sobre la lona morada. Una insólita combinación con su atuendo. Se quedó impasible ante su compañero de viaje, esperando la pregunta, aquella a la que se había comprometido a contestar diciendo la verdad. Finalmente tragó saliva, el chico iba a hablar.

 - Está bien. - Nikolai respiró profundo, inhalando el aire enrarecido de la sala de controles y expulsándolo lentamente en un silencioso bufido. - Dices que nos estamos conociendo pero hace semanas que viajo contigo. Y cada vez que saco el tema, como cuando te pregunté tu nombre camino del estreno de “La importancia de llamarse Ernesto”... o antes de ayer, en esa estación espacial alienígena con hotel y supermercado, cuando vimos un holomapa estelar y quise saber donde está tu planeta... Tú siempre acabas mencionando algo como lo de mi muerte. ¡Y lo haces para que me calle y no te pregunte más! Sabes que no hablamos de eso.

 - Lo sé, precioso mío. - Acercándose trató de acariciarle la mejilla, estaba tan sonrosada por el enfado que parecía una manzana pidiendo ser mordida. Nikolai se apartó.

 - Y ahora, sólo te he pedido que me digas de qué especie eres y... ¿tú me hablas de mi infancia? - Tenía los ojos inyectados en sangre, aquello le había traído a la mente el recuerdo de sus padres y eso dolía mucho. - ¡De mi infancia! ¿Desde cuándo me conoces tú a mí? ¿Cómo puedes saber todas esas cosas de mi vida?

 - Desde mucho antes de tu nacimiento, Nikolai Aleksándrovich Tserkov. - Dijo con su voz más grave y atronadora, aprovechando al máximo la acústica que ofrecían las abovedadas paredes metálicas que les rodeaban. - Conozco a tu familia de toda la vida, podría decirse así: literalmente. - Apostilló con media sonrisa.

 - ¿Qué? ¿Cómo? - El chico retrocedió un paso y luego otro, alejándose de aquellos ojos azul pálido que le estaban congelando el alma.

 - No eres el primer Tserkov que sube a bordo de mi nave. - Nikto bajó la mirada, el muchacho parecía asustado y eso era lo último que él deseaba. Aun así, continuó con su respuesta. Lo había prometido. - Ya sabes por qué tus abuelos huyeron de Rusia. Dijiste que de niño te contaron historias... una sombra en el jardín. ¿Recuerdas?

 - Nunca la vi... - Algo en su espalda le causó un escalofrío. - Pero mi padre hablaba de un tío abuelo suyo que desapareció un día sin dejar rastro.

 - Pavel... - Nikto mencionó el nombre con nostalgia. - Era tan dulce y tan soberanamente bobo... Fue el número sesenta y cuatro, no me duró demasiado.

 - ¿Qué? - Nikolai estaba desconcertado, el señor nadie había dicho esto último con tanta naturalidad que le espeluznó. - ¿A cuántos...?

 - Setenta y dos. - Cerró los ojos, ver los aguamarina del chico mirándole de aquella manera le partía el corazón. - Tú eres el número setenta y tres.

 - El número setenta y tres... muerto a los veintisiete... - Nikolai salió de la sala de controles, necesitaba pensar y lo hacía mucho mejor cuando caminaba. - El setenta y tres es el vigésimo primer número primo. Leído al revés es treinta y siete, que es el décimo segundo número primo y a su vez doce, leído al revés, es veintiuno... que al fin y al cabo es el resultado de multiplicar siete por tres.

         Daba grandes zancadas recorriendo a toda prisa los endiablados pasillos, el señor nadie le mantenía vigilado a través del monitor. El chico parecía intentar asimilar aquello usando su propia magia particular, un espectáculo que Nikto se deleitaba en presenciar.

 - Veintisiete años... - Dobló una esquina y la emprendió con la escalera de mano. Necesitaba que su corazón latiese a mayor velocidad, el ejercicio en la subida le aportaría más sangre a su cerebro. - El veintisiete es un número compuesto que tiene al uno, al tres y al nueve como factores propios. La suma de sus factores es trece, que al ser menor que veintisiete lo convierten en un número defectivo. ¿Y qué puñetas es un número defectivo? ¡Nikto! Sé que puedes oírme, ¿me ilustras con tu sabiduría, por favor?

         No se hizo esperar demasiado, el señor nadie sonrió y pulsó el botón del comunicador para responder a aquella pregunta. El chico se había detenido un paso antes de alcanzar el nivel superior alfa, la cubierta más elevada.

 - Número defectivo... - Repitió por megafonía, ajustando el volumen para que su voz aterciopelada no se distorsionase rebotando entre las paredes de la nave. - Bueno, un número defectivo o “deficiente”, como yo prefiero llamarlo, es un número natural que es mayor que la suma de sus divisores propios exceptuándose a sí mismo. Tal y como tú bien has dicho, Kolya... el veintisiete lo es. 

 - ¡Ah, perfecto, un número deficiente! - Farfulló ascendiendo los últimos travesaños y asomando ya la cabeza por el hueco iluminado. - Igual que el viejo tío Pasha ¿no?

 - ¿Deficiente? - Preguntó frunciendo el ceño. - Era algo bobo, nada más. Su cociente intelectual se encontraba muy por encima de la media. Os pasa a todos los Tserkov.

 - ¡Eh! - Protestó tanto por lo que Nikto acababa de insinuar como por lo que estaban viendo sus ojos. - ¿Por qué no me habías dicho que teníamos una piscina aquí arriba?


                             Se dio toda la prisa que pudo para llegar hasta allí. Corrió por los pasillos, atajó por el ascensor, abrió la puerta oculta que daba acceso al nivel superior alfa... pero cuando el señor nadie alcanzó por fin la piscina, Nikolai hacía rato que nadaba como su madre lo trajo al mundo.

 - Dime, preciosa cosita mojada... - Los rizos castaños le goteaban sobre la frente, resbalando por las mejillas como falsas lágrimas. - ¿Qué te han dicho los números esta vez?

 - El veintisiete es deficiente, no significa nada. Pero el setenta y tres... - Impulsándose con pies y manos saltó al borde de mármol de la piscina, emergiendo húmedo, hermoso y en todo su esplendor. - Es el mejor número, ¿no te parece?

 - Sí... el mejor. - Murmuró en apenas un susurro, el chico estaba justo debajo de su nariz y a punto de ser besado.


Continuará