PASTEL DE CARNE
Pasé
todo el fin de semana viendo Taken. Creo que empecé el viernes. Bajé
esa serie, la peli y el corto Rise. Taken es de Spielberg, su visión
sobre el tema ovni me gusta, resulta reconfortante. El corto me
impactó, fue lo primero que visualicé. Anton me sorprendió una vez
más interpretando a un I-robot con su propia visión sobre el
genocidio. ¿Metáfora? ¿Advertencia? Desde luego una idea
inquietante con un planteamiento nuevo e impactante. La película,
que dejé para el final, es una historia repleta de esperanza... una
de las últimas que ha rodado.
Y así
Anton me deja un buen sabor de boca. Como siempre, al verla, me
enamoro con su personaje: un chico dulce, honesto, bueno... y un
puñetero desgraciado. ¡Muere en esa película! Muere y te deja con
una sonrisa en el rostro.
¿Por
qué el viernes hice una búsqueda en Google introduciendo su nombre?
¿Por qué los enlaces que visité me llevaron a bajarme
concretamente esa serie, ese corto y esa película?
Veamos
Taken. Anton tan solo aparece en los capítulos dos y tres, no era más que un
niño cuando la rodó. Y aun así demostró todo su talento y su buen
hacer como actor. Jacob, su papel, es el mejor híbrido
extraterrestre-humano que podría imaginar.
A
Steven Spielberg le gusta pensar que no estamos solos en el universo,
que los aliens son unos tipos inofensivos y curiosos que nos estudian
como especie y nos ayudan a progresar como civilización. Nada
terrorífico, no demasiado, si contemplas con los ojos de un niño la
inmensidad del infinito.
En el
corto del robot interpretado por Anton, titulado Rise, se nos plantea un
escenario que, por lo próximo y factible, pudiera ser que nos tocase
vivir. Un mundo en el cual la inteligencia artificial, harta de ser
considerada una mera máquina, se rebela ante los humanos que la
crearon y ahora pretenden destruirla. Las imágenes que muestra de
violencia, discriminación, guerra, persecución y alienación, son
tan fuertes y tan reales, que no pude evitar ver el paralelismo con
las noticias en la televisión. Dura solamente unos minutos, te hace
pensar toda la vida.
Anton
falleció sobre las diez y media de la mañana del domingo, hora
peninsular española. A esas alturas del fin de semana me restaban
por ver un par de capítulos de Taken y la película. Me desperté
temprano, como siempre la luz del amanecer acaba por desvelarme, y
esta vez, como tantas otras, lo hice con una canción en la cabeza.
Con el café y un cigarrillo encendí el ordenador, tenía que
buscarla para poder oírla, así que tecleé en Google las
palabras... cantándolas suavemente...
No
quise verlo entonces, aún no estaba lista, pero mi mente me lo
estaba intentando comunicar: Anton iba a fallecer.
Después
de las esperanzas de Spielberg en mundos lejanos y mejores que el
nuestro, llegué al fin a La Región Inmóvil. Anton... Su forma de
caminar, su presencia en la pantalla... esos ojos tristes, esa
sonrisa dulce, esa boquita de fresa... Yo diciendo “¡qué lindo es
mi niño!” cuando mi niño ya no era nada.
Al
principio del film hay una escena en la que, paseando por el campo,
encuentra una vieja y descolorida revista. La toma en su enorme mano
de dedos largos y fuertes para leer la contraportada: Pastel de
carne. Le da la vuelta y ahí está la pregunta para semejante
respuesta, como en el juego del Jeopardy: ¿Qué harás cuando
lleguen los extraterrestres?
De
nuevo mi mente trató de llamar mi atención sobre los hechos, y de
nuevo procuré ignorarla. Anton hacía horas que se había convertido
en un maldito pastel de carne.
Quedando
apenas media hora, tal vez menos, para el final, paré la peli para
un esperado viaje a la cocina. Comentando el argumento expresé mi
pena por el personaje de Anton. Estas fueron mis palabras:
- » Ese chico está muerto. Murió cuando cayó en el pozo, después de leer la revista. Todo este tiempo de más no es sino un regalo que ella le hace, así él la ayuda a ella que ya estaba muerta.
Por
supuesto que con ese “ella” me refería a la chica protagonista
de la peli, aunque en mi cabeza sonase a otra cosa. Ahora que puedo
leer todo esto, estoy convencida, me doy cuenta de que mi mente pasó
todo el jodido fin de semana preparándome para el duro golpe que ha
sido la muerte de Anton. Y cuando digo que estoy convencida es que
creo intuir qué demonios sucedió.
Dejó
el coche en marcha, la palanca de cambios automática estaba en punto
muerto, y no en aparcar. La pendiente sugiere que pudo haber visto
algo en el retrovisor, tal vez una luz en el cielo nocturno que le
llamó la atención. Su propio coche acabó atrapándolo contra la
verja de su casa y, seguramente, lo último que pudo ver fue aquella
cosa brillando en el cielo...
- » Brilla, brilla estrellita, cómo me pregunto qué eres... He has been TAKEN.
Otra
de mis teorías es que iba tan cansado que olvidó echar el freno de
mano, se despistó, salió del coche por cualquier motivo y en cuestión
de segundos estaba muerto. La fatalidad es así de cruel, un pequeño
error y se acabó: pastel de carne.
Anton
pasó todo el fin de semana despidiéndose, como por arte de magia. O
más bien era yo quien se despedía. La mente puede hacer cosas
increíbles. Si digo esto es porque nunca he creído en las
casualidades.
El
domingo me fui a dormir sin saber aún nada, no fue hasta el lunes
que lo supe. Ya eran más de las tres de la tarde, me disponía a
echar una siesta dado que tenía turno de noche en el trabajo pero,
antes de acostarme, se me ocurrió echarle un vistazo a los
comentarios de mi fic.
Así
me enteré; leyendo el mensaje que una lectora había dejado en mis
reviews desde algún país de América. Decenas de palabras denotando
su sorpresa, su ira, su pena, su incredulidad acerca de que algo tan
terrible pudiera haber sucedido... ¿algo tan malo como una muerte
quizás? Y sí, más palabras que recorrí con los ojos sin detenerme
a leerlas, sabiendo solamente que algo malo le había pasado a unos
de “mis chicos” pero... ¿a quién? Y al final de su extenso y
emotivo comentario, que con unas frases abarca todo el proceso de
duelo en una especie de win-zip del dolor, leí... horrorizada... con la
NEGACIÓN en la cabeza, el nombre de Anton.
De
inmediato abrí el navegador y le busqué. En el lateral de google
aparecía su reseña en la wikipedia: fecha de nacimiento, once de
marzo de 1989, Leningrado (San Petersburgo), Rusia. Lo peor llegó
cuando giré la rueda del ratón, bajando la pantalla, y pude leer la
fecha y el lugar de su muerte, algo que jamás habría imaginado ver.
- » Anton
Yelchin se ha ido... Anton ha muerto...
Del
susurro roto a las lágrimas, perder a un ser amado siempre es
doloroso. Aunque ¿se puede amar a alguien a quien no se conoce más
que por su trabajo? Y ¿por qué no? Al fin y al cabo, todos seremos
pastel de carne algún día.
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