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domingo, 18 de septiembre de 2016

INDEPENDIENTEMENTE DE LOS SIGLOS _ Capítulo 1. Tres de tres.


           Ya va siendo hora de iniciar nuestro viaje por el universo slash, para ello os traigo una historia original. Algo que llevo dentro y que duele hacerlo salir... ¿tal vez demasiado? Pero comencemos con un primer paso, seguido de otro, y tengamos paciencia. Hay que disfrutar del camino; sé que puedo hacer esto. Recomiendo arrancar con un poco de música, tan curativa para el espíritu. El Vocalise de Rachmaninov será perfecto a la hora de acompañarnos en esta nueva andadura a la que he dado el título de INDEPENDIENTEMENTE DE LOS SIGLOS, tal vez demasiado pretencioso aunque eso ya se verá. Y este primer episodio ha escogido llamarse “Tres de tres”, porque las historias eligen, toman decisiones que acaban por sorprendernos, y eso, como capitán de esta nave, es algo que os puedo garantizar.


INDEPENDIENTEMENTE DE LOS SIGLOS
Capítulo 1: Tres de tres


- Las señales suenan claras, ruidosas sirenas alrededor de tu cabeza... ¿y tú te preguntas qué está pasando? ¡Ah, lo sabes muy bien! - En su voz sonaba cierto tono de fingido hastío, haría lo que fuera por convencer a su interlocutor, incluso mentir. - Has oído mil veces las historias, se remontan generaciones atrás en tu familia. Están repletas de ecos en la oscuridad, de canciones extrañas que parecen flotar en el ambiente y seguro que has tenido una sensación oscura, incómoda, como una sombra caminando sobre tu alma.

       Hizo una pausa, lo justo para comprobar que las pupilas del otro se dilataban. ¿Era el miedo o el deseo lo que brillaba en el fondo de aquellos enormes ojos aguamarina? Sin darse tiempo para averiguarlo, continuó su disertación.
 - Hay más cosas en el cielo y en la tierra de las que un hombre es capaz de soñar. Como por ejemplo, una tormenta de plasma rugiendo en el interior de la nebulosa Cabeza de Caballo. Un nuevo planeta se está formando allí, con fuegos de cinco pársecs de extensión girando sin cesar alrededor de su epicentro, ¿te lo imaginas? - No dejaba de gesticular con grandes aspavientos de sus manos, estaba eufórico. - Yo podría llevarte justo al borde de todo ello, a salvo de la onda expansiva, podría concentrar su actividad creadora y acabar en segundos con esa tormenta ante tus maravillados ojos... sólo si tú quieres. Podría llevarte a ese nuevo mundo, serías la primera criatura viva en poner su pie sobre esa tierra virgen. Sólo si aceptas lo que está pasando y dices adiós a todo lo que has conocido hasta ahora.

       Tomó aliento y se mantuvo en silencio por un buen rato, complacido en observar cada poro sudoroso de la pálida frente del muchacho. Los rizos castaños se sacudieron por encima con violencia, el chico estaba negando con la cabeza. 

 - ¿No podré volver? - Susurró con su voz rota y quebradiza. - Es decir... ¿nunca? Dejar atrás todo lo que he conocido... mis padres, mis amigos, mi trabajo... ¡Estás hablando de despedirme de mi vida!

       Al chico se le quedó cara de idiota, la boca medio abierta y a punto de preguntar si le estaba tomando el pelo. Decidió interrumpirle antes de que dijera algo tan vulgar como “¿estás de coña?”, eso sería intolerable. 

 - La oferta expira esta media noche, Cenicienta. Estaré por aquí hasta las doce en punto, ni un minuto más. - Fue tajante. Sin concederle réplica alguna, giró sobre sus talones y se alejó caminando. Su estilizada sombra fue lo último que se perdió en la oscuridad bajo el puente.

       Nikolai pateó una piedra que fue a caer al río, por unos segundos perdió la vista en las ondas concéntricas sobre la superficie líquida. Contando de la más pequeña a la mayor alcanzó la cifra nueve, su número favorito, el de la suerte. Pero la suerte puede ser buena o mala, según se mire. El sol empezaba su declive en el horizonte, no debían quedar muchas horas para las doce de la noche. 
 - Cenicienta... - Se dijo a sí mismo. - ¡Tres de tres!

       El chico emprendió otro de sus estúpidos rituales mágicos consistente en probar si una señal es verdadera, digna de ser acatada. Buscó otra piedra y la pateó haciéndola caer al río. Nueve ondas. Y una tercera vez. Nueve de nuevo. La ley dice que si algo ocurre tres veces de tres, ha de ser así porque está escrito. 

 - ¡Eh, tú! ¡Como te llames! - Gritó hacia la boca del puente, ni siquiera conocía su nombre. - ¡Ya he tomado una decisión!
 - ¿Y es...? - La voz venía de la más negra oscuridad. Se había alejado pero no le había quitado la mirada de encima. - Vamos, Kolya, ese jueguecito tuyo con las piedras en el agua debe significar algo. ¿Qué te han dicho las Nereidas?
 - Iré contigo pero... - Agachó la mirada avergonzado, el extraño parecía saber tantas cosas sobre él. - ¿Puedo despedirme de mi familia? Mis padres, mis amigos... al menos mi mejor amigo, por favor... ¿Puedo decirles adiós? 
 - ¿En plan nota de suicidio, o algo así? - Paso a paso salió de entre las sombras y apareció de nuevo frente al chico, con los ojos azules clavados en los aguamarina que, debido al giro que acababa de dar la conversación, se encontraban abiertos de par en par. - Ten en cuenta que vas a desaparecer. Si no quieres que nadie te busque, y por lo tanto a mí, deberías fingir tu propia muerte. ¡Es lo más práctico! 
 - ¿Mi muerte? - Nikolai palideció, aquello sonaba muy serio. - Tengo veintisiete años, todavía no he pensado en mi muerte. Nadie se creería que me he suicidado. 
 - Oh, no te preocupes, hay un amplio repertorio donde elegir. - Masculló restándole importancia al asunto, posando su mano derecha sobre el tembloroso hombro del muchacho. - Yo me decantaría por un estúpido accidente, nadie a quien culpar salvo al caprichoso destino. Algo doméstico, nada demasiado llamativo, ya me entiendes. No queremos levantar sospechas, ¿cierto?
       Sintió las palmaditas afectuosas en la espalda y caminó junto al extraño hasta perderse ambos bajo el puente. Aquella oscuridad de boca de lobo les engulló por completo, lejos de miradas ajenas, pronto lejos de todo tiempo y lugar. Nikolai se sintió devorado por lo desconocido y con ansias de dejarse devorar. 

 - Mi madre... - Susurró, su voz a punto de quebrarse. - Sufrirá.
 - Eso, me temo, es inevitable. - Mintió. Egoísta, viejo y cansado de su propia e insondable soledad, quiso tener al muchacho sólo para él. - Vamos, hay que preparar el escenario. ¿Dónde te gustaría morir?


Continuará



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