Ya
va siendo hora de iniciar nuestro viaje por el universo slash, para
ello os traigo una historia original. Algo que llevo dentro y que
duele hacerlo salir... ¿tal vez demasiado? Pero comencemos con un
primer paso, seguido de otro, y tengamos paciencia. Hay que disfrutar
del camino; sé que puedo hacer esto. Recomiendo arrancar con un poco de música, tan
curativa para el espíritu. El Vocalise
de Rachmaninov
será perfecto a la hora de acompañarnos en esta nueva andadura a la
que he dado el título de INDEPENDIENTEMENTE
DE LOS SIGLOS, tal vez demasiado pretencioso aunque eso ya
se verá. Y este primer episodio ha escogido llamarse “Tres
de tres”, porque las historias eligen, toman decisiones
que acaban por sorprendernos, y eso, como capitán
de esta nave, es algo que os puedo garantizar.
INDEPENDIENTEMENTE DE
LOS SIGLOS
Capítulo 1: Tres de
tres
- Las señales suenan
claras, ruidosas sirenas alrededor de tu cabeza... ¿y tú te
preguntas qué está pasando? ¡Ah, lo sabes muy bien! - En su voz
sonaba cierto tono de fingido hastío, haría lo que fuera por
convencer a su interlocutor, incluso mentir. - Has oído mil veces
las historias, se remontan generaciones atrás en tu familia. Están
repletas de ecos en la oscuridad, de canciones extrañas que parecen
flotar en el ambiente y seguro que has tenido una sensación oscura,
incómoda, como una sombra caminando sobre tu alma.
Hizo una pausa, lo
justo para comprobar que las pupilas del otro se dilataban. ¿Era el
miedo o el deseo lo que brillaba en el fondo de aquellos enormes ojos
aguamarina? Sin darse tiempo para averiguarlo, continuó su
disertación.
- Hay más cosas en el
cielo y en la tierra de las que un hombre es capaz de soñar. Como
por ejemplo, una tormenta de plasma rugiendo en el interior de la
nebulosa Cabeza de Caballo. Un nuevo planeta se está formando allí,
con fuegos de cinco pársecs de extensión girando sin cesar
alrededor de su epicentro, ¿te lo imaginas? - No dejaba de
gesticular con grandes aspavientos de sus manos, estaba eufórico. -
Yo podría llevarte justo al borde de todo ello, a salvo de la onda
expansiva, podría concentrar su actividad creadora y acabar en
segundos con esa tormenta ante tus maravillados ojos... sólo si tú
quieres. Podría llevarte a ese nuevo mundo, serías la primera
criatura viva en poner su pie sobre esa tierra virgen. Sólo si
aceptas lo que está pasando y dices adiós a todo lo que has
conocido hasta ahora.
Tomó aliento y se
mantuvo en silencio por un buen rato, complacido en observar cada
poro sudoroso de la pálida frente del muchacho. Los rizos castaños
se sacudieron por encima con violencia, el chico estaba negando con
la cabeza.
- ¿No podré volver? -
Susurró con su voz rota y quebradiza. - Es decir... ¿nunca? Dejar
atrás todo lo que he conocido... mis padres, mis amigos, mi
trabajo... ¡Estás hablando de despedirme de mi vida!
Al chico se le quedó
cara de idiota, la boca medio abierta y a punto de preguntar si le
estaba tomando el pelo. Decidió interrumpirle antes de que dijera
algo tan vulgar como “¿estás de coña?”, eso sería
intolerable.
- La oferta expira esta
media noche, Cenicienta. Estaré por aquí hasta las doce en punto,
ni un minuto más. - Fue tajante. Sin concederle réplica alguna,
giró sobre sus talones y se alejó caminando. Su estilizada sombra
fue lo último que se perdió en la oscuridad bajo el puente.
Nikolai pateó una
piedra que fue a caer al río, por unos segundos perdió la vista en
las ondas concéntricas sobre la superficie líquida. Contando de la
más pequeña a la mayor alcanzó la cifra nueve, su número
favorito, el de la suerte. Pero la suerte puede ser buena o mala,
según se mire. El sol empezaba su declive en el horizonte, no debían
quedar muchas horas para las doce de la noche.
- Cenicienta... - Se dijo
a sí mismo. - ¡Tres de tres!
El chico emprendió
otro de sus estúpidos rituales mágicos consistente en probar si
una señal es verdadera, digna de ser acatada. Buscó otra piedra y
la pateó haciéndola caer al río. Nueve ondas. Y una tercera vez.
Nueve de nuevo. La ley dice que si algo ocurre tres veces de tres, ha
de ser así porque está escrito.
- ¡Eh, tú! ¡Como te
llames! - Gritó hacia la boca del puente, ni siquiera conocía su
nombre. - ¡Ya he tomado una decisión!
- ¿Y es...? - La voz
venía de la más negra oscuridad. Se había alejado pero no le
había quitado la mirada de encima. - Vamos, Kolya, ese jueguecito
tuyo con las piedras en el agua debe significar algo. ¿Qué te han
dicho las Nereidas?
- Iré contigo pero... -
Agachó la mirada avergonzado, el extraño parecía saber tantas
cosas sobre él. - ¿Puedo despedirme de mi familia? Mis padres, mis
amigos... al menos mi mejor amigo, por favor... ¿Puedo decirles
adiós?
- ¿En plan nota de
suicidio, o algo así? - Paso a paso salió de entre las sombras y
apareció de nuevo frente al chico, con los ojos azules clavados en
los aguamarina que, debido al giro que acababa de dar la
conversación, se encontraban abiertos de par en par. - Ten en
cuenta que vas a desaparecer. Si no quieres que nadie te busque, y
por lo tanto a mí, deberías fingir tu propia muerte. ¡Es lo más
práctico!
- ¿Mi muerte? - Nikolai
palideció, aquello sonaba muy serio. - Tengo veintisiete años,
todavía no he pensado en mi muerte. Nadie se creería que me he
suicidado.
- Oh, no te preocupes,
hay un amplio repertorio donde elegir. - Masculló restándole
importancia al asunto, posando su mano derecha sobre el tembloroso
hombro del muchacho. - Yo me decantaría por un estúpido accidente,
nadie a quien culpar salvo al caprichoso destino. Algo doméstico,
nada demasiado llamativo, ya me entiendes. No queremos levantar
sospechas, ¿cierto?
Sintió las palmaditas
afectuosas en la espalda y caminó junto al extraño hasta perderse
ambos bajo el puente. Aquella oscuridad de boca de lobo les engulló
por completo, lejos de miradas ajenas, pronto lejos de todo tiempo y
lugar. Nikolai se sintió devorado por lo desconocido y con ansias de
dejarse devorar.
- Mi madre... - Susurró,
su voz a punto de quebrarse. - Sufrirá.
- Eso, me temo, es
inevitable. - Mintió. Egoísta, viejo y cansado de su propia e
insondable soledad, quiso tener al muchacho sólo para él. - Vamos,
hay que preparar el escenario. ¿Dónde te gustaría morir?
Continuará
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