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jueves, 22 de septiembre de 2016

INDEPENDIENTEMENTE DE LOS SIGLOS _ Capítulo 2. El extraño.


Dejamos a Nikolai despidiéndose de toda su vida y aceptando partir junto al extraño sin nombre. La promesa de aventuras, de viajes imposibles, la curiosidad por saber más acerca de aquel desconocido tan familiar, pudo más que el sentido común: el chico aceptó fingir su propia muerte. ¿Y cómo lo hizo? Bueno, puede que con el tiempo... Tal vez algún día Kolya se decida a hablar sobre ello.



INDEPENDIENTEMENTE DE LOS SIGLOS
Capítulo 2: El extraño



                                                                               Caía la noche y caminaban juntos sobre la nieve, sus pisadas sonaban amortiguadas por el constante ruido de coches de caballos yendo y viniendo. Palace Street, en pleno centro de Londres, se encontraba muy animada a pesar del frío. Nikolai se ajustó una vez más la corbata al cuello, lo encontraba demasiado duro, demasiado incómodo.

 - ¡Deja eso ya! - Le regañó con media sonrisa. - Estás perfecto así vestido, Kolya, eres todo un gentleman...

 - ¿Por qué hay tanta gente? ¿Qué pasa? ¿A dónde vamos?

 - ¿Pero es que no sabes qué día es hoy?

      El muchacho buscó con la mirada hasta que dio con un hombre que, apoyado en una de las columnas bajo el pórtico del teatro, leía el periódico de la tarde. Así fue como pudo leer la fecha en la que se encontraban.

 - Catorce de febrero de mil ochocientos noventa y cinco. ¡Es el día de los enamorados! ¿Serás mi Valentín? - Preguntó coqueto, con una mueca toda ternura en sus preciosos labios.

 - Ya veremos, según te comportes. - Bromeó, sabía demasiado bien cómo quería terminar la noche.

 - La importancia de llamarse Ernesto. - Nikolai observó el cartel de la obra que se representaba esa noche en el St. James. - ¿Es el estreno? ¿Estará Wilde entre el público? ¡Ah, sería maravilloso conocerle!

 - Te prometí viajar en el tiempo y el espacio y aquí estamos, en una noche memorable. - Galantemente sujetó la puerta mientras su joven acompañante la cruzaba delante de él. - El autor disfrutará de su nuevo gran éxito, si eres hábil podrás invitarle a una copa más tarde.

 - Sí, beberemos con él. - Afirmó con seriedad. - Al pobre hombre le quedan unos tres meses para acabar con sus huesos en la cárcel.

 - ¿Cómo sabes eso? - Le detuvo un momento en el hall del teatro, sosteniéndolo del brazo para mirarle a los enormes ojos aguamarina. El chico guardaba muchas sorpresas en su interior. - Entiende que no debes decirle nada, es mejor que Wilde siga ignorando su destino.

 - Tranquilo, ya me hiciste jurar que no cambiaría la Historia. - Le respondió con una gran sonrisa. - ¿Dónde nos sentamos? ¿Me llevas a un palco? ¡Oh, no puedo creer que estemos aquí!

      Kolya se dejó arrastrar escaleras arriba, al primer piso, y trotó tras su compañero hasta el palco de platea, el más cercano al escenario. Ocupó su asiento contento de que sólo hubiera dos sillas, tendría la libertad de hacer comentarios que a oídos indiscretos podrían sonar terriblemente anacrónicos.

 - Me he dado cuenta de una cosa. - Susurró el muchacho con su voz ronca y quebradiza. - No sé tu nombre, no me lo has dicho.

 - Cierto, no me he presentado. Resulta algo raro, después de todo lo que ha pasado... ¿verdad? - Le miró con sus ojos azules tan pálidos como el tejido con el que está hecha la mañana. - Lo de tu muerte y...

 - Te lo advertí: no hablamos de eso. - Refunfuñó Nikolai frunciendo el ceño al interrumpirle.

 - De todos modos no importa, no tengo nombre. - Masculló encogiendo los hombros. - Aunque en tu familia me llamáis Gospodin Nikto, vengo oyéndoos decirme así desde hace siglos.

      Nikolai se echó a reír. Fue breve, pronto un escalofrío le heló la sonrisa en el rostro.

 - Eso no es un nombre, es ruso... - Carraspeó y sacudió la cabeza, la espalda recta y lejos del respaldo de su silla, estaba tenso. - Significa Señor Nadie. ¿Cómo esperas que llamemos a una sombra que deambula por el jardín? De niños nos contaban historias que... No, mejor no hablamos de eso.

 - Kolya, querido. - Poniendo su mano sobre el hombro del muchacho buscó atrapar entre los dedos el lóbulo de su oreja, regalándole así una caricia que ascendió por el cuello hasta el mentón. - Puedes llamarme Nikto si tú quieres.

      Las lámparas de gas se atenuaron y pronto la representación de la última comedia, escrita por el inmortal Oscar Wilde, dio comienzo sobre el escenario.

       El extraño Señor Nadie se deleitaba en contemplar la cara de niño ilusionado de Nikolai, los preciosos ojos aguamarina brillando de emoción y aquella pierna derecha subiendo y bajando vertiginosamente, en un movimiento involuntario de verdadero nerviosismo.

 - Está ahí sentado... - Susurró de pronto echándose hacia delante, apoyando los brazos sobre la baranda forrada de terciopelo. - Oscar... Es él ¿verdad?

      El señor Nadie asintió. Tenían al autor en el palco de enfrente, rodeado por su más íntimo círculo de amistades: bellas damas y elegantes caballeros entre los cuales uno destacaba por la atención que le prestaba el escritor. Más tarde, cuando juntos brindaron con champán por el éxito de la obra, el señor Wilde les presentó al joven como Lord Alfred Douglas.

 - Bosie... - Musitó Nikolai palideciendo al instante, había reconocido al causante de la desgracia que en tres meses caería sobre Wilde.

      El muchacho era hermoso, arrogante, un orgulloso escocés de rubios cabellos ensortijados y mirada penetrante. Tenía aproximadamente la misma edad que Nikolai.

 - Señor Nikto, parece que tengamos gustos semejantes. - Comentó Oscar con su habitual cinismo.

 - Si se refiere usted, caballero, a ese amor que no se atreve a decir su nombre... - Dejó caer la cita del poema "Dos amores" de Lord Alfred a propósito, causar escalofríos que erizasen la piel de Kolya se estaba convirtiendo en uno de sus pasatiempos favoritos. - No puedo decir lo contrario, señor mío. Nuestros gustos son semejantes.

      El rubio no apartaba la vista de Nikolai, examinándolo con detenimiento. Una sospecha se le clavó en la mente igual que una aguja afilada.

 - ¿Nos conocemos? - Preguntó acercándose al joven de cabellos castaños y rizados que tenía delante. - ¿Es amigo de Oscar, usted también...?

 - No, estamos de paso, no somos de por aquí. - Intervino el señor Nadie dejando caer su brazo sobre los hombros de Nikolai. Aquel gesto era una declaración de propiedad. - Mi amigo es ruso, aunque domina nuestra lengua a la perfección, además del francés... claro está.

 - ¡Ah, el francés! Todo un arte en el que nuestros jóvenes acompañantes por fuerza han de resultar expertos. - Insinuó alegremente Oscar dando a entender mucho más con su traviesa mirada. - Tal vez debiéramos disfrutar de sus habilidades, compartirlas... Tengo un reservado aquí cerca, el restaurante es cómodo y discreto. ¿No están hambrientos? Estoy convencido de que su joven amigo necesita con premura algo contundente que llevarse a la boca.

 - Le tengo bien alimentado, gracias. - Respondió el señor Nadie con descaro y media sonrisa, palmeando el trasero de Nikolai que se ruborizó ligeramente. - Además, hoy es un día especial para nosotros, tenía planes...

 - Oh, davay! *(vamos) - Suplicó el joven Kolya sacando morritos. ¿Iba a perderse una cena con el genuino Oscar Wilde solamente por unos tontos celos de su compañero de viaje?

 - ¿En qué college ha estudiado, señor Tserkov? - Lord Alfred insistía en sus pesquisas a la par que guiaba ya al muchacho hacia el restaurante. - Estoy seguro de que nos conocemos, me ha llamado usted Bosie.

 - No aceptaré una negativa como respuesta, amigo mío. - Wilde podía ser muy testarudo cuando algo le interesaba. - Celebraremos mi último éxito y rezaré porque no sea realmente el último.

          Y así el extraño señor Nadie y su acompañante, el joven Nikolai Tserkov, acabaron compartiendo una cena de San Valentín con el famoso escritor Oscar Wilde y su buen amigo Lord Alfred Douglas.


Continuará


1 comentario:

San1791 dijo...

Guauuu esta bueno jajajajajajaj originalllll
Esos ojitos color aguamarina me recuerdan a alguien
Ni hablemos de los azules!!!
Muy muy muy buena historia
Saludos