Cenar
en compañía de Oscar Wilde y su joven amante, Lord Alfred Douglas,
fue toda una sorpresa para Nikolai. Un sueño cumplido: conocer al
escritor y asistir nada menos que al estreno de su última comedia,
“La importancia de llamarse Ernesto”. El chico acababa de morir,
se merecía un homenaje... su extraño compañero de viaje no podía
oponerse a algo tan excepcional.
INDEPENDIENTEMENTE
DE LOS SIGLOS
Capítulo
3: Le dessert... chaud *(el
postre... caliente)
Catorce
de febrero de mil ochocientos noventa y cinco. En el reservado de un
restaurante cercano al teatro St. James de Londres, cuatro hombres
comparten a solas una exquisita cena coronada con deliciosos postres.
- ¡Humanos! Aunque
inteligentes, obviamente unos más que otros, no sois sin embargo ni
medio suspicaces siquiera. - El extraño parecía molesto, mirando
alternativamente a los otros tres hombres en el reservado. - Si
alguien tiene la posibilidad de tomar el control, rápidamente os
sometéis. ¡A veces creo que os gusta! Una vida fácil, sin
decisiones que tomar... ¡Pequeños cerebros humanos! ¿Cómo
sobrevivís con ellos?
Nikolai tenía la cara
roja como un tomate maduro. Y no sólo debido a que su compañero de
viaje estuviera burlándose del género humano delante del mismísimo
Oscar Wilde; todo porque Lord Alfred Douglas, más conocido en la
intimidad como Bosie, acababa de cumplir con la orden de su amigo el
escritor y se encontraba de rodillas bajo la mesa, exactamente entre
sus piernas, listo para poner en práctica sus conocimientos de
“francés.” El rostro de Kolya estaba a punto de explotar por
éste y no por otro motivo, aunque intentó disimular su
desconcierto.
- Debéis disculpar a mi
amigo, cuando se estresa se burla de las demás especies. - Sonrió
tratando de justificar la grosera actitud del extraño señor Nadie.
- El otro día se cortó al afeitarse y se pasó media hora
insultando a formas de vida más tontas que él. Justo lo que duró
su herida, ni cicatriz le quedó...
- ¿Acaso no es usted
humano, señor mío? - Oscar clavó su inquisitiva mirada en los
ojos azul pálido del desconocido al que había invitado a cenar.
- No tengo ni idea de a
qué especie pertenece pero estoy convencido de que no es como
nosotros. - Respondió Nikolai por su compañero. - ¡Ah!
Aquello último había
sonado a lo que era: un gemido. La lengua de Bosie resultó ser
endiabladamente experta en el arte del francés, tal como Wilde había
advertido. El muchacho rubio se afanaba en su tarea y a Nikolai no le
quedaba otra alternativa que dejarse hacer, sufriendo el placer que
aquello le provocaba sin poder decir una palabra.
- Bien entonces. - Arguyó
el escritor haciendo su silla a un lado para estar más cerca de su
extraño nuevo amigo. - Si no es usted humano... ¿a qué especie
pertenece, caballero?
Lo que estaba
ocurriendo bajo sus narices llamó poderosamente la atención del
señor Nadie: su joven amigo Nikolai parecía hallarse en un completo
estado de felicidad dentro de la boca de Lord Alfred.
- Yo... vengo de un mundo
muy lejano. - Susurró sin apartar la vista de la cabeza rubia que
subía y bajaba sobre la entrepierna de su amigo. - El sol explotó
y todo quedó destruido. Pude robar una nave justo a tiempo, por eso
sigo vivo.
- El último de su
especie. - Murmuró Wilde acariciando aquel mentón afilado y pálido
que tanto le atraía. - Bosie... deja ya al chico y ocúpate del
señor Nikto, ¿quieres querida?
Que le hablase en
femenino no era nada raro, lo hacían siempre que estaban a solas o,
como en esta ocasión, en compañía de lo que ellos consideraban
“espíritus afines”. Lord Alfred Douglas abandonó al muchacho
húmedo y frío, erguido en toda su plenitud, para dedicar ahora sus
habilidades a la entrepierna del aludido.
- ¿Puedo hacer algo por
usted, señor Wilde? - Consultó Nikolai tímidamente, con su voz
ronca y quebradiza, al admirado escritor.
- ¡Desde luego que sí!
- Exclamó Oscar casi eufórico. - Deme un momento tan sólo...
Apresuradamente se
deshizo de sus pantalones dejándolos enrollados en los tobillos,
había arrastrado la ropa interior y mostraba un glorioso trasero
que, sin pérdida de tiempo, apoyó en los muslos de Nikolai. Le daba
la espalda al hacerlo y no pudo ver la pícara sonrisa dibujada en el
rostro del muchacho.
- Nunca desperdiciaría
una erección así... ¡Oh, por todos los dioses! - Wilde gimió de
gozo al sentirle dentro, el chico poseía una envergadura que le
llenó por completo. - Bosie, preciosa, no escatimes tus cuidados
con el señor Nikto. Cuando esté preparado que se una a su amigo
dentro de mí.
Acogedor sería la
palabra más adecuada para definir el glorioso trasero del escritor.
Wilde pudo con ambos viajeros y aún le quedaron fuerzas para
someterse a Lord Alfred una vez que aquellos hubieron terminado.
Nikolai le observaba rebotar en el regazo de su joven y rubio amante
sin cesar, gimiendo y deleitándose en el placer de sentirse lleno
una vez más. El chico lo hacía descansando la cabeza sobre el pecho
aún jadeante del señor Nadie.
- Feliz San Valentín,
Kolya... - Susurró besando la frente por debajo de los rizos
castaños. - Mi precioso muchacho...
- Feliz San Valentín,
Nikto... - Le miraba con los ojos aguamarina entornados, aún
ruborizado por lo que acababa de pasar. - Seas quien seas...
Continuará
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