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miércoles, 28 de septiembre de 2016

INDEPENDIENTEMENTE DE LOS SIGLOS_Capítulo 3. Le dessert... chaud *(el postre... caliente)


Cenar en compañía de Oscar Wilde y su joven amante, Lord Alfred Douglas, fue toda una sorpresa para Nikolai. Un sueño cumplido: conocer al escritor y asistir nada menos que al estreno de su última comedia, “La importancia de llamarse Ernesto”. El chico acababa de morir, se merecía un homenaje... su extraño compañero de viaje no podía oponerse a algo tan excepcional.


INDEPENDIENTEMENTE DE LOS SIGLOS
Capítulo 3: Le dessert... chaud *(el postre... caliente)



                                                                           Catorce de febrero de mil ochocientos noventa y cinco. En el reservado de un restaurante cercano al teatro St. James de Londres, cuatro hombres comparten a solas una exquisita cena coronada con deliciosos postres. 

 - ¡Humanos! Aunque inteligentes, obviamente unos más que otros, no sois sin embargo ni medio suspicaces siquiera. - El extraño parecía molesto, mirando alternativamente a los otros tres hombres en el reservado. - Si alguien tiene la posibilidad de tomar el control, rápidamente os sometéis. ¡A veces creo que os gusta! Una vida fácil, sin decisiones que tomar... ¡Pequeños cerebros humanos! ¿Cómo sobrevivís con ellos?

         Nikolai tenía la cara roja como un tomate maduro. Y no sólo debido a que su compañero de viaje estuviera burlándose del género humano delante del mismísimo Oscar Wilde; todo porque Lord Alfred Douglas, más conocido en la intimidad como Bosie, acababa de cumplir con la orden de su amigo el escritor y se encontraba de rodillas bajo la mesa, exactamente entre sus piernas, listo para poner en práctica sus conocimientos de “francés.” El rostro de Kolya estaba a punto de explotar por éste y no por otro motivo, aunque intentó disimular su desconcierto.

 - Debéis disculpar a mi amigo, cuando se estresa se burla de las demás especies. - Sonrió tratando de justificar la grosera actitud del extraño señor Nadie. - El otro día se cortó al afeitarse y se pasó media hora insultando a formas de vida más tontas que él. Justo lo que duró su herida, ni cicatriz le quedó...

 - ¿Acaso no es usted humano, señor mío? - Oscar clavó su inquisitiva mirada en los ojos azul pálido del desconocido al que había invitado a cenar.

 - No tengo ni idea de a qué especie pertenece pero estoy convencido de que no es como nosotros. - Respondió Nikolai por su compañero. - ¡Ah!

       Aquello último había sonado a lo que era: un gemido. La lengua de Bosie resultó ser endiabladamente experta en el arte del francés, tal como Wilde había advertido. El muchacho rubio se afanaba en su tarea y a Nikolai no le quedaba otra alternativa que dejarse hacer, sufriendo el placer que aquello le provocaba sin poder decir una palabra.

 - Bien entonces. - Arguyó el escritor haciendo su silla a un lado para estar más cerca de su extraño nuevo amigo. - Si no es usted humano... ¿a qué especie pertenece, caballero?

         Lo que estaba ocurriendo bajo sus narices llamó poderosamente la atención del señor Nadie: su joven amigo Nikolai parecía hallarse en un completo estado de felicidad dentro de la boca de Lord Alfred.

 - Yo... vengo de un mundo muy lejano. - Susurró sin apartar la vista de la cabeza rubia que subía y bajaba sobre la entrepierna de su amigo. - El sol explotó y todo quedó destruido. Pude robar una nave justo a tiempo, por eso sigo vivo.

 - El último de su especie. - Murmuró Wilde acariciando aquel mentón afilado y pálido que tanto le atraía. - Bosie... deja ya al chico y ocúpate del señor Nikto, ¿quieres querida?

         Que le hablase en femenino no era nada raro, lo hacían siempre que estaban a solas o, como en esta ocasión, en compañía de lo que ellos consideraban “espíritus afines”. Lord Alfred Douglas abandonó al muchacho húmedo y frío, erguido en toda su plenitud, para dedicar ahora sus habilidades a la entrepierna del aludido.

 - ¿Puedo hacer algo por usted, señor Wilde? - Consultó Nikolai tímidamente, con su voz ronca y quebradiza, al admirado escritor.

 - ¡Desde luego que sí! - Exclamó Oscar casi eufórico. - Deme un momento tan sólo...

         Apresuradamente se deshizo de sus pantalones dejándolos enrollados en los tobillos, había arrastrado la ropa interior y mostraba un glorioso trasero que, sin pérdida de tiempo, apoyó en los muslos de Nikolai. Le daba la espalda al hacerlo y no pudo ver la pícara sonrisa dibujada en el rostro del muchacho.

 - Nunca desperdiciaría una erección así... ¡Oh, por todos los dioses! - Wilde gimió de gozo al sentirle dentro, el chico poseía una envergadura que le llenó por completo. - Bosie, preciosa, no escatimes tus cuidados con el señor Nikto. Cuando esté preparado que se una a su amigo dentro de mí.


              Acogedor sería la palabra más adecuada para definir el glorioso trasero del escritor. Wilde pudo con ambos viajeros y aún le quedaron fuerzas para someterse a Lord Alfred una vez que aquellos hubieron terminado. Nikolai le observaba rebotar en el regazo de su joven y rubio amante sin cesar, gimiendo y deleitándose en el placer de sentirse lleno una vez más. El chico lo hacía descansando la cabeza sobre el pecho aún jadeante del señor Nadie.

 - Feliz San Valentín, Kolya... - Susurró besando la frente por debajo de los rizos castaños. - Mi precioso muchacho...

 - Feliz San Valentín, Nikto... - Le miraba con los ojos aguamarina entornados, aún ruborizado por lo que acababa de pasar. - Seas quien seas...


Continuará

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